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El tesoro enterrado de San Antonio de Valencia, en Machachi
Los habitantes hicieron excavaciones para construir el alcantarillado que tanto les hacía falta. Lo que no imaginaron es que hallarían vestigios.
Desde hace 56 años, los habitantes de San Antonio de Valencia, en Machachi, al sur de Quito, han autogestionado las obras. Días atrás empezaron los trabajos de alcantarillado. Lo que no imaginaron es que debajo de aquellas tierras había joyas históricas...
Miguel Collaguazo, presidente del barrio, hizo el último hallazgo: una vasija de barro intacta. Se encontraba a unos 2,30 metros de profundidad. “Estaba cavando cuando sentí algo duro y me di cuenta de que era un pondo”, dice.
Con la misma pala retiró cuidadosamente la tierra de los alrededores y limpió la pieza para guardarla en la sala de su casa, como si fuera un gran tesoro. Y no es para menos. Al parecer, estos son vestigios de hacía muchísimos años.
No es la primera vez que pasa algo así. Carmen Yánez cuenta que su padre encontró en su terreno una osamenta completa mientras hacía sus labores de agricultura, pero volvió a enterrarla. “Dijo que había que dejar descansar a los muertos donde estaban”.
Sin embargo, ella y sus hermanas han hallado pedazos de cerámicas y huesos humanos. Según los relatos de sus padres, en esa zona hubo un cementerio aborigen, pero no tienen claro cuál fue la etnia que ocupó esas tierras antes de que fuera la hacienda Valencia.
La historia
La población de Antonio de Valencia está conformada por 50 familias. Estas han ‘construido’ sus vidas en las faldas del volcán Rumiñahui desde 1965, cuando les entregaron los latifundios -a papás y abuelos- en los que trabajaban como peones. “Desde ahí hemos ido creciendo, quedan pocos de los que fundaron el barrio”, relata Teresa Yánez, moradora.
En esa época fueron ellos mismos quienes empedraron la carretera que conduce desde Tucuso, el poblado más cercano, hasta sus casas. Antes solo se podía pasar en caballo.
Es por eso que los servicios básicos de los que ahora gozan los trabajaron (y pobladores) con el sudor de su frente, literalmente.
Los avances
Las mingas para el alcantarillado se hacen todos los días, en estas participan hombres, mujeres y niños. Todos llevan el material, hasta los socavones que se hicieron para colocar las tuberías. Los que pueden, en carros. Otros cargan los costales en la espalda más de 30 veces al día. “El Municipio nos dio la maquinaria y el material, la mano de obra la ponemos nosotros”, agrega Miguel Collaguazo, quien estima que les tomará al menos un mes terminar con la obra.
Los moradores cuentan que todavía tienen pozos sépticos en sus casas y que algunos, incluso, “corren a la quebrada” cuando tienen necesidades biológicas. Por ello, la premura de la obra, que beneficiará a unas 45 familias.
Un museo
El propietario de cada parcela tiene su propia colección de vestigios en su casa. Intentaron adecuar la casa más antigua del sector para que funcionara como museo, pero por miedo a que se roben las piezas o les afecte la humedad decidieron desmantelar aquel improvisado museo. “Algunas piezas están en Machachi (centro) para mayor seguridad”, dice Teresa.
Pero quieren que Antonio de Velasco se convierta en un sitio turístico. “¿En qué otro lado encuentran vasijas mientras siembran?”, espeta el presidente. Quieren ser el barrio que guarda joyas y mostrarlas.