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Sobrevivientes de la masacre de la 'Peni' contaron los momentos de terror
Uno de los reos que recobraron su libertad dijo que “parecía el infierno”. Familiares aún están angustiados y desesperados. Ayer una madre no pudo con la emoción al saber que su hijo está vivo y se desmayó.
La incertidumbre que durante tres días abatió a Sandra Nieto Chávez concluyó la mañana de ayer, cuando recibió una noticia que dio sosiego a su angustiado corazón.
A las 10:00 le informaron que el menor de sus hijos, Hugo de Jesús Landázuri Nieto, no constaba entre los heridos y tampoco entre las víctimas mortales de la masacre ocurrida el pasado martes en el Centro de Rehabilitación Social N.º 1 de Guayaquil.
En esta cárcel, ubicada en el kilómetro 16,5 de la vía a Daule, 118 reclusos fueron asesinados y 79 resultaron heridos.
Sin embargo, la emoción que embargó a la señora, de 57 años, tras conocer que su hijo está ‘vivito’ provocó que se desvaneciera justo cuando iba a cruzar la carretera para tomar un bus que la trasladara hasta su domicilio, ubicado en el sector de La Ladrillera, en el noroeste porteño.
“Han sido tres días de agonía. Mi hermano tiene un año detenido. Él se encuentra en el pabellón 5, ala 2, y desde que supimos de la matanza nos trasladamos a la cárcel para saber si estaba vivo o muerto. Mi madre es hipertensa y se desmayó de la emoción”, comentó su hija.
La señora fue cargada por familiares de otros reclusos, quienes también llegan hasta este centro carcelario para obtener información de sus seres queridos.
“Por favor, tengan piedad de nosotros, solo queremos saber si nuestros familiares están bien. El sol está muy fuerte, muchos estamos aquí sin comer, sin tomar agua”, expresó un señor que ayudó a cargar a Sandra y la colocó sobre una colchoneta para que se reanimara.
Pero esa misma intranquilidad que por 72 horas se apoderó de Sandra y de un sinnúmero de parientes de reclusos, la vivieron dentro de este centro penitenciario Andrés, José Luis y Francisco (nombres protegidos), tres personas que recobraron su libertad entre la noche del jueves y la mañana de ayer.
A las 21:30 Andrés fue uno de los primeros en salir por la puerta del reclusorio, también conocido como Penitenciaría del Litoral. Algo asustado y mirando a todos lados, avanzó hasta la vía principal para tomar un bus.
“Pensé que no iba a salir vivo. Adentro parecía el infierno. Se escuchaban balazos, explosiones. Estuve en el pabellón 5, ala 4. No me mataron porque les dije que no pertenezco a ninguna banda. Así pude salvarme, creo que fue un milagro.
Escuché sus gritos y desesperación. Vi cómo cortaban las cabezas. Los pasillos huelen a mortecina”, relató antes de subirse al carro que lo trasladaría a su domicilio.
José Miguel, quien cumplió su año de condena en el pabellón 4, contó que desde su celda se escuchaban gritos desgarradores y las detonaciones de las armas de fuego. “Prometo que aquí no vuelvo (cárcel), voy a portarme bien”, mencionó antes de retirarse.
Ayer en la mañana, Francisco fue recibido con abrazos y besos por sus familiares. Antes de retirarse comentó que aunque los disturbios no fueron cerca del área donde por tres años estuvo recluido, hasta su calabozo se escuchaba la masacre que con machete, cuchillo, balas y explosivos protagonizaron los reos en los pabellones 5 y 6.