Bien dice el adagio popular: ‘caras vemos, corazones no sabemos’. En este San Valentín, una fecha en la que todo gira en torno al amor y la amistad, pocos hablan de los imprevistos y ‘líos’ que pueden surgir en medio de la celebración. Algunos incluso hacen largas filas o ‘nadan piscinas’ con tal de que el día sea especial.

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Por ejemplo, Jonathan recuerda, con algo de vergüenza y mucho respeto, una de sus citas más caóticas del 14 de febrero. Hace un par de años, la mujer a la que pretendía llegó con dos niños de la mano.

“No tenía ni idea de que era mamá de dos. Me llegó no con el pan, sino con las ‘bendis’ bajo el brazo”, recuerda entre risas por la sorpresa que le causó.

Para el guayaquileño Álex Rubio, el 14 de febrero de 2024 tampoco fue la mejor experiencia, sino que puso a prueba su paciencia. Lo que parecía ser una cena tranquila con su pareja terminó convirtiéndose en un recorrido desesperado por la ciudad en busca de un lugar donde comer.

“Esa fecha todo está súper repleto”, cuenta Álex, aún con el recuerdo fresco del caos. “El 14 (de febrero) del año pasado, yo quise salir a comer con mi ‘pelada’ como toda la gente. Fuimos a un restaurante al San Marino. Por lo general, suele estar lleno, pero esa vez estaba ‘a full’. Había demasiada fila”.

El problema fue que no habían hecho reservación. Normalmente, el lugar tenía bastante afluencia, pero nada como lo que encontraron esa noche. “Esperamos casi media hora, pero nada que entrábamos, pues incluso parte de los que hacían fila también habían hecho reservación”, explica. Una mesera les advirtió que la espera podría extenderse hasta una hora y media más.

Sin otra opción, decidieron buscar otro restaurante en Aventura Plaza, pero ahí la historia se repitió. “También, la misma ‘movida’, demasiado lleno. Tuvimos que esperar ahí otra media hora más y al fin pudimos comer”.

La experiencia dejó una lección clara. “Parecía fin de año. Todo estaba a reventar: los malls, los cines, los locales de comida”, dice Álex con una mezcla de resignación y asombro. Ahora, lo tiene claro: “Si quiero hacer algo bonito para San Valentín, tengo que reservar con semanas de anticipación”.

Así, el Día de los Enamorados en Guayaquil demuestra que el amor puede ser paciente… pero el hambre, no tanto.

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“Lo más caótico de San Valentín es haber hecho una reserva en un restaurante de la ciudad y que la hayan olvidado. Para colmo, ese día estaba lloviendo y todas las galas se dañaron porque para San Valentín una se pone linda. En conclusión, todo se dañó. Sin embargo, no hay nada más lindo que recordar el cariño que se le tiene a la persona que uno ama”.

“El San Valentín más caótico y turro fue el del 2020. Mi esposo me regaló un pasaje para vacacionar en Buenos Aires (Argentina). Programamos todo: lugares para visitar, hotel y demás, pero la pandemia nos sorprendió (y lo dañó). Lo bueno es que lo seguimos intentando y creemos que este año sí se va a dar”. 

“Todos mis 14 de febrero son caóticos y estresantes porque trabajo doble turno para no sufrir (risas). En serio, pido trabajar porque de esa manera no gasto y no veo a la gente en la calle. Yo trabajo como empacador en una bodega y mis turnos son de 12 horas. No veo a nadie y no sufro por nadie”.

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