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Cada atardecer, Bertha coge su coche y se alista para reciclar.GUSTAVO GUAMáN

Recicla para ganarse unos dolaritos y comprar medicina para su hijo con discapacidad

Necesita ayuda. Cuenta que el pequeño Édison sufre parálisis cerebral. 

Dicen que el amor de una madre es incondicional e irrepetible. Y Bertha Palomo, de 52 años, lo demuestra. Aún recuerda el día en que le cambió la vida, luego de conocer que su hijo menor padecía una enfermedad mental.

Hacía casi tres décadas, ella recibió la noticias de que su segunda bendición venía en camino. Nueve meses después, Édison nació en una casa de salud de Quito. Aparentemente todo iba bien. Pues las complicaciones llegaron después.

“Al principio no sabía qué le pasaba, tenía todo su cuerpo encogido y no podía moverse. Nació hecho bolita, entumido y con sus extremidades hecho puño”, contó la mujer.

Tras varios exámenes practicados al recién nacido, los médicos confirmaron que presentaba lesiones severas en su cerebro, debido a la falta de oxígeno que sufrió durante el parto. “Me dijeron que nació con el cordón umbilical enredado en el cuello y eso le generó la parálisis cerebral y el retardo mental grave que padece. La distrofia muscular es parte de eso”, detalló.

El pequeño pasó hospitalizado hasta cumplir cinco años. El pronóstico que le daban los médicos no era alentador.

“Todos los días iba llorando camino a la casa de salud. Le pedía a Dios que me ayudara con un milagro, esperaba que mi niño caminara. Los médicos me decían que él viviría postrado en una silla de ruedas, pero nunca me di por vencida, luché hasta el último”, contó.

De repente, el niño le dio una grata sorpresa a su madre. Empezó a gatear. Y meses después, dio sus primeros pasos.

“Jamás perdí mi fe y me dediqué a trabajar duro para pagar sus terapias. Lavar ropa ajena, limpiar casas y otros sacrificios valieron la pena. No hubo mejor recompensa que verlo dar pasitos”, manifestó la madre orgullosa.

La madre destina su tiempo para ayudar con las terapias que su hijo necesita.GUSTAVO GUAMáN

Su lucha continúa

Por ahora, la incansable progenitora se dedica a reciclar en el barrio Chilibulo, sur de Quito. Sale desde las 18:00 hasta las 22:00 los miércoles y viernes. Con los dolaritos que consigue, saca adelante su hogar y también compra lo que su hijo necesita. Pero no es suficiente.

Actualmente, Édison tiene 22 años y el 96 % de discapacidad física y mental; pero camina por sí solo, hace rehabilitación física en casa y de a poco aprende palabras cortas para que le puedan entender.

En su corta vida, este joven ha sido intervenido quirúrgicamente por más de 10 ocasiones. Las cirugías le permitieron estirar sus extremidades, principalmente sus manos. Sus pies no están completamente bien, puesto que no se apoya sobre dos de sus dedos, generando dolor y lesiones a la hora de caminar largos tramos.

“Adecué un espacio para sus terapias físicas. Todas las mañanas hace 30 minutos y para reemplazar los ejercicios en la piscina, lo acuesto en una tina de agua caliente”, dijo.

Hace poco, la madre de Édison fue diagnosticada con lesiones graves en la columna y rodillas. Todo apunta a que es producto del esfuerzo excesivo que realiza todos los días en su trabajo como recicladora.

“Tengo que subir bastante peso y por unas gradas muy empinadas que conducen a mi casa. No tengo quién me ayude. Mi temor es que mi hijo se quede desprotegido. Él me necesita bastante. Para toda su vida”, señaló.

El ingreso económico que tiene la mujer, por el material reciclable que vende, no le permite subsistir. Con esfuerzo compra parte de las medicinas que requiere el joven para la distrofia muscular.

“Tengo que comprarle un corsé para la espalda. Le está saliendo una joroba y se puede complicar después. También necesita zapatos ortopédicos, por el problema de sus pies, y pañales”, manifestó.

Bertha le reveló a este Diario que hace cuatro años solicitó ayuda al Gobierno, pero fue negada su solicitud.

Si usted está interesado en hacer alguna donación o brindar ayuda, por favor, comuníquese al 098 719 0819.