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En Quito: ¡Vallas hasta ‘en la sopa’!
Al menos cinco sectores de la capital tendrán obstáculos para evitar la presencia del comercio informal. Los vecinos no están de acuerdo con la medida.
La última aglomeración se registró el 3 de diciembre, cuando al menos 20.000 mil personas se apostaron en la avenida de Los Shyris, norte de Quito, para festejar a la ciudad. El cabildo decidió colocar vallas en los espacios destinados para los parqueaderos.
Elisa Tufiño labora cuidando carros hace 20 años allí. La medida le afectó, pues su único sustento es el pago de los conductores. “Perdí unos 8 dólares por día, suena poco, pero para mí es al menos dos días de comida”, expresa.
Además, ella cree que lo único que hacen las vallas es impedir que el comercio se recupere y sobre todo que aumente la inseguridad, pues al no poder estacionar cerca los conductores se arriesgan a que les roben los automotores. “Aquí hay entidades financieras y vienen a hacer trámites también. Es necesario que dejen sus carros cerca”, comenta.
Daniela Valarezo, secretaria de Seguridad, explica que el vallado es una estrategia que se mantendrá en adelante en toda la Shyris en el espacio donde se han quedado a beber los ciudadanos.
Sin embargo, esta semana hubo reuniones con los vecinos de la zona y llegaron a acuerdos. “Para no afectar el desarrollo de los negocios formales ni la convivencia con los vecinos vamos a continuar con los vallados de 17:00 a 22:00”, detalla.
Esto será en una zona específica para que no se apuesten los vehículos considerando que hay parqueaderos cercanos para quienes vayan a los bares.
“La medida se adopta también previendo que el fin de año no se repitan esos incidentes que, si bien estuvo planificado para fiestas de Quito lo hemos reforzado”, agrega.
EL COMERCIO
Pero este no es el único sitio de la ciudad donde el paisaje ha pasado a ser de rejas de metal. En La Marín, en el Centro Histórico, los transeúntes y negocios se confunden en esas líneas azules.
Según Valarezo, las vallas son una manera de generar seguridad. “Lo desarrollamos como técnica de prevención del delito”, explica, aunque el Municipio no tiene competencia en seguridad, sino el Ministerio de Gobierno, por lo que se realiza en coordinación con la Policía Nacional.
El principal objetivo es el de evitar que se apuesten las ventas informales, por lo tanto se espera que haya menos aglomeración y menos posibilidades de que arranchadores y asaltantes hagan de las suyas.
“En La Marín confluye mucho comercio no regularizado como resultado de los operativos que estamos haciendo en el cuadrante de intervención del Centro Histórico. Es un cuadrante pequeño”, afirma.
El perímetro de control comprende las calles Esmeraldas, Flores, Imbabura y 24 de Mayo, donde se encuentra lo más turístico y más crítico del casco colonial. Es por ello que las ventas migran a otros espacios, según la funcionaria.
Pero los moradores no ven resultados, uno de los comerciantes formales -quien prefiere no decir su nombre por miedo a represalias- comenta que los robos no han disminuido. “Aún se puede escuchar a las chicas que gritan porque les arrancharon la cartera”, dice.
Además, las ventas también se han visto afectadas. María Maza tiene un local de ropa y relata que las vallas solo han alejado a los clientes. Ella no tenía problemas con los informales porque “para todos había”.
“Cuando estaban aquí nos sentíamos un poco más seguros, porque algunos eran organizados”, comenta.