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Quito: Joven quedó gravemente herida tras atropellamiento
Una chica de 20 años está en un hospital de la capital, con sus piernas rotas y también la cadera. A su padre ya no le alcanza el dinero para su cuidado.
La angustia de Édison Lavanda crece cada día porque no sabe el destino que le depara a su hija Gabriela, de 20 años, luego de ser víctima de un accidente de tránsito. La chica lleva un mes hospitalizada en una casa de salud del sur de Quito debido a que un automóvil la aplastó contra una pared de la calle Antonio Castelo, en la ciudadela Martha Bucaram, sur capitalino.
“Mi hija llegaba en el carro de su jefe, la mañana del 28 de abril. Se estaba dirigiendo a la casa”, narra Édison parado en el sitio donde empezó la desgracia de Gabriela, la cual quedó registrada en un video.
La filmación captó a un auto plomo que se detuvo y del que se bajó la chica. En ese momento, aquel vehículo que dejó a la víctima viró en U, sin percatarse de que por esa calle bajaba otro auto, el cual, por no impactarse, hizo una maniobra brusca y se fue sobre Gabriela.
La chica quedó aplastada contra un muro. De inmediato se contactaron con paramédicos para que la atendieran, mientras se indagaba a los dos conductores.
Padre de la víctima
El suplicio
Édison estaba fuera de la ciudad por su trabajo (labora como conductor en El Oro) y recibió la llamada de una comadre. “Me contó lo que había pasado. Ella la ayudó hasta yo organizarme para viajar”, indica el progenitor.
Gabriela fue llevada al hospital. Al tiempo, su papá contaba a sus jefes lo ocurrido y le aconsejaron que no manejara, sino que esperara un bus, algo que aumentaba la angustia.
Luego de 12 horas de viaje, Édison llegó al hospital donde estaba su hija y un médico lo recibió con una noticia lapidaria. “Me dijo: No sabemos qué hacer para salvar a su hija. Lo único que resta es cortarle las dos piernas”.
Eso devastó al padre de Gabriela, quien solamente pidió a Dios que le hiciera un milagro. Los galenos le indicaron que el aplastamiento causó graves fracturas en la cadera y en ambas piernas de la chica.
“Estuvo en la Unidad de Cuidados Intensivos durante cinco días, pero logró sobreponerse. No fue necesaria la amputación”, recuerda Édison, un tanto aliviado. Sin embargo, hay otras complicaciones.
Su pierna derecha tiene una herida tan grande que no se cicatriza, lo que agrava el cuadro de la chica, quien trabajaba en una tienda de venta de zapatos. A eso se suma que no puede moverse por su cuenta y su papá, quien no tiene esposa, debe cuidarla día y noche.
Los calmantes no sirven para aliviar el dolor y para asearla se requiere de tres personas a fin de ponerla bocabajo. “Estimo que gasto unos cuarenta dólares por día, porque el hospital no tiene todos los implementos que requiere mi hija para su recuperación”.
Ahora, el progenitor de la víctima, en medio de esta dura situación, teme perder su trabajo, porque la muchacha debe permanecer internada un mes más, aunque los tiempos podrían variar. “Soy padre y madre para ella y mi otro hijito, de 19 años. Si pierdo mi empleo, todo se complicará aún más”.