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Luis y uno de sus hijos se dedican a lavar el lodo que extraen de la tierra para hallar el oro.René Fraga / EXTRA

‘Playando’ para sobrevivir

La muerte de cinco personas en Urbina, Esmeraldas, muestra la dura realidad que atraviesan sus residentes

Para Luis (nombre protegido), la minería artesanal es el único trabajo que ha hecho frente a la necesidad, no solo durante la pandemia, también en su vida. Tiene 43 años y desde “que tengo uso de razón” se dedica a sacar oro de las entrañas del bosque tropical de Urbina, parroquia rural de San Lorenzo, en Esmeraldas. 

Se lamenta como los demás por la muerte de cinco personas en una de las minas que se desplomó en el sector conocido como Los Ajos, el pasado miércoles. Allá pereció un adolescente, quien era su pariente. 

“Pero no tenemos más alternativa”. El hombre no se avergüenza al decir que saca oro del terreno que sus padres le heredaron a él y a sus hermanos, una realidad de otros habitantes. 

Según José Quintero, presidente de la junta parroquial, hay 1.800 habitantes y el 90 por ciento está desempleado. “Pedimos a las autoridades que envíen los beneficios a los que tenemos derecho”. 

María ayuda a su esposo en la casa que construyeron en la mina.René Fraga / EXTRA

Y hasta que eso suceda cada persona busca la manera de ganarse el sustento como lo hace Luis. Es más, cada jornada la inicia en compañía de su esposa María y de dos de sus tres hijos.

La zona donde Luis extrae el polvillo se encuentra a 30 minutos de caminata desde Urbina. Para salir toma un par de botas amarillas y una escopeta.

Afuera del poblado lo esperan sus tres familiares. “Tengo que llevar a mis niños porque es difícil que estudien”, asegura la señora que lleva 20 años casada con Luis. La actual modalidad de estudio desde la casa es casi imposible para los parientes de este hombre, de aproximadamente 1,80 de estatura.

María acordó con los maestros de los chicos que presentaría los deberes semanalmente. Si en Urbina es complicado que llegue la señal de Internet, es más difícil adentro en la zona boscosa.

“Tenemos que movernos a donde hay algo de recepción telefónica. Mis hijos hacen una captura de pantalla y con eso ya saben lo que deben presentar”, detalla la mujer mientras emprende la marcha.

Quintero explica que los padres de familia de Urbina no reúnen ni siquiera el salario mínimo (400 dólares) como para comprar un celular, tablet o computadora. “Estudian, sí, pero no con los equipos. Es un gran sacrificio para nuestra niñez”, dice.

  • La travesía
La familia hizo un campamento para sus labores semanales.René Fraga / EXTRA

Una vez reunida la familia de Luis, todos se abren paso por un camino en el que un carro ni siquiera podría rodar. Los cuatro sortean las largas grietas que se extienden en todo el trayecto, pero están felices que el lodo no atrape sus botas como lo hace generalmente cuando llueve. 

Luego de 30 minutos se observa una retroexcavadora varada cerca de un riachuelo. Al frente están cuatro casetas de madera levantadas por este esmeraldeño que alguna vez se aventuró a trabajar como conchero en Machala.

No pierde tiempo y tras cruzar el agua toma sus bandejas de guayacán y se va a la pequeña mina. Luis dice que a pesar de ser un espacio pequeño –un agujero de aproximadamente 5 metros de profundidad- todavía es peligroso.

“Si uno cava más de lo debido, todo se derrumba, como lo que pasó en Los Ajos”, zona donde no había concesiones para esa actividad.

Javier Subía, de la Agencia de Regulación y Control Minero (Arcom), fue al sitio luego del 18 de noviembre. “Todo el cantón tiene una sentencia judicial que prohíbe la minería de cualquier tipo. Con esa premisa lo que se hacía aquí es ilegal”.

Cuando llegaron a ese punto se constató la magnitud de la desgracia, así como de la depredación. Por ello, se informaría al Ministerio de Ambiente para que también haga una evaluación de los daños.

  • Ilegales y artesanales
El hombre se ha dedicado toda su vida a sacar el polvo precioso.René Fraga / EXTRA

Mientras Luis saca lodo, asegura que los mineros artesanales como él no contaminan. “Nosotros no tenemos todos esos equipos de las mineras más grandes”, generalmente ligadas a grupos irregulares. 

Eso lo corrobora Martín Nazareno, dirigente del agua en Urbina, quien explica que los ilegales son los causantes de la contaminación a gran escala, pero no se atreve a decir quiénes son los propietarios de esos espacios.

Según él, las fuentes de agua no pueden usarse por esa situación. Y eso no solo afecta a la población, también a la agricultura, que de por sí no tiene apoyo, según Nazareno. “Tenemos una gran cantidad de tierra, pero no sirve de nada porque no podemos acceder a préstamos”.

Luis asegura que si accediera a un crédito bancario podría sembrar boya. Pero al no ser así tiene que seguir ‘playando’, es decir, sacar lodo de su terreno, ponerlo en la batea y lavarlo en el agua que jala con una motobomba del riachuelo.

Cuando el lodo se pierde, Luis espera que en el fondo de la batea quede oro. Esta vez tiene suerte y aparece una escarcha dorada. Él tiene que trabajar durante más de ocho horas, cuatro o cinco días a la semana para juntar apenas dos gramos. Cada gramo vale entre 48 a 50 dólares y con eso completa para la comida y los gastos de su familia.