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"No tengo ni a dónde llegar": Migrantes ecuatorianos regresan con las manos vacías
En los peligrosos viajes por el Darién, migrantes fueron golpeados y electrocutados en busca de un futuro mejor, sin ‘vacunas’
Abrigada y con un saquillo rojo lleno de unos cuantos ‘ropajes’ y golosinas, Melissa, de 26 años, parecía esperar a la prensa en el aeropuerto José Joaquín de Olmedo de Guayaquil. Indignada tras su deportación, declaró: “Quiero decirle al presidente que se ponga los pantalones y nos haga respetar”.
(Lea también: Llega a Guayaquil un tercer grupo de migrantes deportados desde Estados Unidos)
Melissa formó parte de un grupo de migrantes ecuatorianos deportados desde Estados Unidos, que arribó este 30 de enero al mediodía. Este es el tercer vuelo que se enmarca dentro de las estrictas políticas migratorias implementadas por Donald Trump.
Originaria de la Isla Trinitaria, en Guayaquil, Melissa huyó a la ‘Yoni’ el 4 de abril de 2024, tras ser víctima de las temidas ‘vacunas’. Ella y su madre eran extorsionadas mientras Melissa cursaba el segundo semestre de Mecánica Automotriz.
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“Gasté 1.800 dólares en el viaje por la selva (del Darién). Pasé por México y allí me secuestraron dos veces, una en Juárez y otra en Durango. Le pidieron $7.000 a mi familia por mi rescate. Decían que me iban a matar, me golpearon y me torturaron. No me daban comida ni agua. Fue un terror horrible”, narró la joven.
Tras esa pesadilla, Melissa intentó pedir asilo en Estados Unidos, pero asegura que también “la trataron horrible”. Finalmente, tras casi un año en ‘gringolandia’, decidió entregarse al ver que las deportaciones eran inminentes.
Pasó 19 días presa antes de ser expulsada del país. Llegó esposada a Ecuador y denunció que, durante las seis horas de vuelo, no les permitieron usar el baño. Por ello, pidió al presidente Daniel Noboa mayor atención a la dignidad en los procesos de deportación. No obstante, reconoció que la Cancillería le proporcionó información sobre ayuda para migrantes retornados.
"Trabajar para sobrevivir"
Otro de los deportados fue José, de 21 años, oriundo de Arenillas. Contó que viajó en avión a El Salvador el pasado 30 de octubre y luego pagó $7.000 a un coyote para cruzar México.
“Mi plan b es empezar acá desde cero. El hombre, con una mirada nostálgica, dijo: “Yo aquí tenía todo...”. Hizo una pausa, y luego, con un leve gesto, inclinó la cabeza hacia un lado mientras levantaba ligeramente un labio.
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Dejó en Estados Unidos toda su ropa y lo que logró comprar. Su hermano, por suerte, lo ayudó a pagar la deuda con el traficante de migrantes. Por ahora, su única meta es “trabajar para sobrevivir".
En otro testimonio conmovedor, una madre recién deportada no dejaba de llorar. “Nos entregamos y ahí me quitaron a mi hijo. No sé si sigue en Estados Unidos o dónde estará. Pregunté a todo el mundo, pero nadie me dio razón”, sollozó.
Prefirió no revelar su identidad, pero exigió respuestas a las autoridades migratorias, ya que nadie le ha informado el paradero de su hijo. La mujer contó que vendió su casa para costear el viaje ilegal, que le costó $25.000. “Ahora no tengo ni dónde llegar”, lamentó.
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