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El velorio de Joel Rodríguez se hizo en el barrio donde vivía. Su familia dice que fue una víctima colateral.Gustavo Guamán

En Lago Agrio hacen "limpieza" del que se cruce

Al parecer, la amenaza de que se arrasaría con algunas personas se está cumpliendo. La familia de una víctima dijo que su pariente ‘marchó’ por error

El azar le jugó ‘chueco’ a Joel Rodríguez, quien fue sorprendido por dos balazos que ni siquiera eran para él, en Lago Agrio, provincia de Sucumbíos.

Este profesor, que se dedicó a la docencia cerca de 20 años, fue uno de los ocho asesinados en la matanza ocurrida la noche del domingo en esta ciudad amazónica. Los parientes detallaron que se trató de una “limpieza social”, desatada por hombres fuertemente armados que recorrieron cinco sectores, entre ellos San Vicente.

Allá se encuentra un balneario donde labora la esposa de Rodríguez. “El domingo dijo que iría a verla. Tomó su moto y se fue. Luego de unos 20 minutos nos llegó la noticia de que había sido asesinado”, contó su hermano Porfirio Rodríguez, la mañana de ayer, en el velorio.

Según el ñaño, el ataque iba dirigido a otra persona, identificada por la policía como Tito Vera, quien también estaba en San Vicente. Dos tipos fueron a ese lugar, minutos después de que llegara el ‘profe’ Joel –como lo llamaban–.

Uno de los sicarios entró mientras el otro lo esperaba afuera. Solamente se oyeron las ráfagas contra Vera, quien se desplomó con el cuerpo lleno de balas. El pánico de las personas se desató. Fue entonces cuando la pareja de Rodríguez lo vio caer.

“Uno de esos tiros rozó el abdomen de mi hermano y el otro le llegó a la cabeza. Este último lo mató”, contó Porfirio, parado cerca del féretro que estaba en el coliseo de Puerto Ecuador, barrio situado a las afueras de Lago Agrio.

"Mi hermano no debía nada a nadie y fue un error que lo hayan matado. Él era un profesor de escuela y deja a tres niños huérfanos”.Porfirio Rodríguez
hermano del maestro asesinado

Dolor por sus muertos

Diego Rosillo fue asesinado en el sector de Los Chongos junto a otras tres personas.Gustavo Guamán

La gente que conocía al ‘profe’ Joel solamente lo colmaba de halagos. “Mi pariente no debía morir de esa manera porque no tenía nada que ver con esa ‘limpieza’. Nunca hizo nada para merecer eso”, lamentaba una allegada, quien prefirió no dar su nombre.

Ese término para resumir la matanza también resonaba en el velorio de Diego Rosillo, uno de los baleados en el sector de Los Chongos, en la vía a Colombia. Allá fueron asesinados otros tres ‘panas’ de esta víctima, de 30 años, en la jornada mortal: Luis Valencia, Juan Loor y Jorge Castro.

Alba García, madre de Rosillo, no tenía más que resignarse a que su hijo ya no la buscará nunca más para pedirle un plato de comida como cuando iba a la casa. “Él se dedicó a consumir droga y pasaba recorriendo las calles”, contó la mujer, ayer en las exequias. Esto probablemente causó que él entrara en la mira de los matones.

El padre del fallecido, Augusto Rosillo, recordó a su hijo como alguien respetuoso, pese a su adicción. “Intentamos ayudarlo, internándolo en algunas clínicas. Pero nada funcionó”, lamentaron los progenitores, quienes contaron que Rosillo tenía un futuro prometedor como futbolista.

Era tan bueno que incluso fue fichado por un equipo de Quito, pero luego fue expulsado por un problema, lo que posiblemente ocasionó que cayera en las drogas. Todo eso hace 15 años.

"Se harán las investigaciones para conocer la correlación entre estas muertes. Se llevarán las muestras balísticas a Quito”.Tanya Varela
comandante general de la Policía

Alistando las tumbas

Cristian Zambrano fue a fundir el nicho para su hijastro asesinado en la matanza.Gustavo Guamán

El cuerpo de Rosillo fue llevado hasta una casa cercana a la calle General Subía. Allá, los allegados se posaron afuera de la vivienda para acompañar a los deudos que se mantenían en silencio.

Mientras la tristeza seguía latente en la familia de este fallecido, los parientes de Juan Gabriel Loor, amigo de Rosillo y quien también fue asesinado en Los Chongos, arreglaban un nicho para sepultarlo.

Al frente de los trabajos de albañilería en este camposanto estaba Cristian Zambrano, su padrastro, quien se enteró de la matanza cuando se encontraba en su vivienda. “Nos contaron que los habían asesinado, pero nada más”.

Loor era el mayor de siete hermanos y, según quienes lo conocían, también era un consumidor de droga. Sin embargo, Zambrano no quiso dar detalles de la vida de este chico, de 27 años. Lo que sí pidió fue que los controles se refuercen en Lago Agrio. “Es una situación que da mucho miedo”, admitió.

Según Tanya Varela, comandante general de Policía, se enviaría un contingente adicional de uniformados para la provincia. “Hemos conversado con los oficiales y nos dijeron que tenían un déficit de personal”, indicó durante su visita a la ciudad.

Sin confianza en la justicia

Los operativos policiales se hicieron luego de la llegada de la comandante de la institución.Gustavo Guamán

Alain Luna, jefe de la Unidad de Investigaciones de la Policía, quien acompañó a la general Varela, añadió que desde Quito se trasladarían equipos especializados de la Dinased, Antinarcóticos y de Inteligencia a fin de indagar lo ocurrido. El objetivo es ver la correlación que existiría entre los ocho asesinatos y que esto no quede impune.

Pero una de las hijas de Luis Bermeo, baleado en El Eno, en las afueras de Lago Agrio, no cree que se hará justicia. “Lo único que puedo hacer es dejar en manos de Dios el caso de mi padre”, lamentó durante el velorio realizado la mañana de ayer, en una vivienda de esa parroquia.

Bermeo era chofer de una camioneta. Salió del Azuay muy joven y en Sucumbíos hizo su vida. El día de la “limpieza social” –como también califica esta familia a la matanza–, la víctima descansaba en un sillón cerca de una ventana.

De repente, unos sujetos a bordo de dos carros irrumpieron por la vía, se estacionaron y uno de ellos bajó. Abrió fuego y la ráfaga entró por la ventana, matando al instante a la víctima.

“Solamente vimos que uno de esos autos era gris con una franja negra en la parte delantera”, dijo otro pariente. Decididos a capturarlos, los seres queridos de Bermeo los persiguieron en motos, pero todo fue inútil.

Pese a ello, los allegados no saben quiénes pudieron ser los asesinos, ya que el habitante no tenía problemas con nadie. El año pasado él fue detenido para indagar un caso de tráfico de drogas, pero “salió bien librado y con la frente en alto”, adujeron los seres queridos de Bermeo que, como el resto de parientes de los otros afectados, temen que esta “limpieza social” vuelva con fuerza y barra con muchas más personas.

El octavo asesinado, llamado Junior Córdova, fue velado en un inmueble de General Farfán, vía a Colombia.