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Crónica
'Jama' y compañía para Bolillito
Jesús Pilco se quedó sin ‘camello’ en Navidad por la pandemia, por eso vive de la mendicidad, pero una generosa mujer lo apoyó con donaciones
“Tengo que ayudarlo”, esa fue la primera frase que Martha Noboa dijo apenas conoció por EXTRA el drama de Jesús Pilco, el payasito Bolillito, quien hace un mes pide caridad en los mercados de Santa Elena para sobrevivir. Las restricciones de la pandemia le impidieron conseguir ‘cachuelos’ de Papá Noel, personaje que representa hace 25 años.
Ella es la directora de la fundación Fernove.org y por una década lleva felicidad a personas necesitadas, proveyéndoles comida, insumos médicos y más. En sus visitas decembrinas suele vestirse de personajes navideños, pero en esta cita quiso ir de civil, mostrar su rostro, para que él no crea que era un sueño.
Antes del encuentro, Martha se contactó con él para conocer sus necesidades, y empezó su labor de hormiga: hizo rifas para tener fondos y pidió donaciones. También revisó con qué contaba en casa, centro de acopio para sus obras solidarias. Armó una canasta con alimentos; le obsequió ropa, medicinas, vitaminas y juguetes para sus cuatro nietos políticos.
Martha fue acompañada de 14 voluntarios, entre ellos Manuel Culqui, el conductor del ‘trineo’ que los llevó de Guayaquil a Santa Elena.
El payaso que llora
A Bolillito se le quiebra la voz, su felicidad no es completa. Su compañera de 28 años no está junto a él; por un problema de salud lo dejó. Viajó a Guayaquil para tratarse.
Por su ‘chirez’ no pudo costear ni una inyección para el dolor de hernia de su amada. Le apena que ella no pueda ver cómo Dios le mandó la ayuda del cielo.
No solo la condición de salud de su pareja le preocupa, también la falta de vivienda; ella temporalmente vive en el Puerto Principal con su madre, una adulta mayor, a quien luego de Navidad le comunicaron que tiene que abandonar la casa, en Mapasingue Oeste, en la cual ha vivido por más de 50 años.
“No alquilaban, solo cuidaban el predio, pero ahora los dueños les dicen que deben desalojar el sitio; no saben a dónde ir; quisiera que alguien les ayude”, menciona apenado Bolillito, reconociendo que así es la vida del payaso, por un lado ríe y por el otro llora.