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El hombre mantiene fresco su producto con bloques de hielo en una bandeja.ALEX LIMA

Historia de superación de un vendedor de mariscos de Guayaquil: atiende con muletas

El hombre, de 50 años, ha laborado por más de dos décadas en la venta de mariscos en la calle. Al pie de una concurrida esquina ubica su negocio 

Bromeando y picando. Así pasa sus tardes Xavier Montesdeoca, de 50 años, en su negocio de venta de mariscos en el suroeste de Guayaquil.

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Camarones que se mantienen frescos con bloques de hielo y dos bagres eran la mercadería que ese viernes Xavier estaba ofreciendo a sus clientes. No tenía más porque, según sus palabras, “hay veda de todo”.

“Ahorita todo ha subido y no se puede vender como para ganar porque a la gente no le da el bolsillo; pero cuando tengo a buen precio, me barren con todo mis clientes”, manifestó don Xavier.

Para él, sus clientes son como sus buenos amigos porque están en las buenas, en las malas y en las peores. Y se nota la cercanía que él tiene con sus compradores fieles.

Durante la visita de EXTRA, más de tres personas lo saludaron y se alegraron de verlo. “Eso está bueno, que siga vendiendo. Él no se deja vencer a pesar de todas sus adversidades”, comentó de lejos un hombre que caminó junto a su puesto.

Xavier despedaza la pesca del día en su pequeña mesa. Camarones y bagres son su mercadería.ALEX LIMA

Xavier representa un ejemplo para sus conocidos: el 13 de junio de 2024 sufrió un accidente de tránsito que lo obligó a amputarse la pierna izquierda por encima de su rodilla. “Efectivamente, no es fácil, pero seguimos dándole porque ahora no se trabaja para vivir sino para sobrevivir”, reflexionó el comerciante.

Sin embargo, su ánimo no decae. Cada tres frases incluye una broma para sus clientes o para sus amigos que se encuentran a su alrededor. “Mire, aquí está la hembra y el macho (del bagre). Lo que voy a hacer es ponerlos en una pecera para hacerlos producir y que ayuden en algo”, bromeó. 

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Pocos minutos después, le pidió a su ayudante que le empaque 10 libras de camarón para un hombre parado a pocos metros de su esquina y que observaba un partido en esa misma cuadra.

“¡Venga, venga! ¡Camarón a buen precio!”, es su ‘grito de guerra’ para convencer a quienes caminan por ese sector, pues sabe que por el bolsillo se conquista a la clientela.

Eso sí, aclaró que no ofrece pesca dañada ni guardada, sino que es enviada directamente de las playas del país, como Puerto López, Santa Rosa o Bahía de Caráquez, por sus proveedores. “Si algo sobra aquí, se lo comen en mi casa”.

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