A los nueve años, Alejandro Cabrera se quedó encantado con la batería al ver videos de grupos musicales como Maná y Vilma Palma e Vampiros. Su creatividad lo llevó a fabricar su propio instrumento, para el cual usó ollas, pomas cubiertas con sábanas y un cartón que le servía de redoblante.

A los 20 años de edad conoció a un amigo que estudiaba en el conservatorio Israel Villamar, quien le enseñó la parte técnica y a leer partituras.

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Para poder practicar lo aprendido, Alejandro hizo otra batería, esta vez con aros de madera y suelas de zapatilla, hasta que finalmente pudo comprarse una ‘bataca’ profesional. Dice que inició con rock latino, pero le hace a otros ritmos como salsa, jazz, cumbia y más.

En 2020 conoció a artistas callejeros que tocaban instrumentos de percusión. El encuentro fue cerca del Mercado Municipal José Mascote (centro de Guayaquil), sitio donde trabaja vendiendo frutas y verduras junto a su madre, Leonor Arellano, en el local 157.

En ese momento nació su proyecto musical Alejandro y su Son Salsero, una agrupación conformada por cuatro artistas: el cantante, una persona que toca el bongó y la campana, también está el que se encarga de las congas y el timbalero, Alejandro.

Para emprender este sueño tuvo que hacer préstamos, su hermana lo ayudó y así pudo adquirir sus instrumentos de percusión, sus tesoros.

Pese a que sus fines de semana son ‘a full’ por sus presentaciones, él no deja de ayudar a su progenitora, a quien recoge de lunes a sábado a las 05:00 para llevarla al centro de abastos. Allí le ayuda a comercializar sus productos y también hace de ‘delivery’, ofreciendo servicio de reparto puerta a puerta. Por lo general, lo hace para restaurantes y tiendas.

Alejandro se siente honrado y agradecido de que Dios le haya dado talento y también por haberle permitido tocar con artistas como el colombiano Lucho Becerra (exmiembro del grupo Niche), los cubanos Tirso Duarte (fallecido) y Fresto, los ecuatorianos El Tita Salsa Urbana, Landa La Sensación, el grupo Los Golpes de Chile, entre otros. Asimismo, fue uno de los teloneros del concierto de Silvestre Dangond, que se dio por los 203 años de independencia de Guayaquil.

Las palabras de un cliente lo marcaron. “Él vio mi estado de WhatsApp y me dijo: ‘Ayer tocó en un lugar lujoso y ahora lo veo cargando un saco al hombro. Esto habla bien de usted, que es humilde’. Esas palabras me hicieron llorar”, manifestó el percusionista.

Ha animado cumpleaños, matrimonios y hasta velorios. “Fue en Mapasingue (norte porteño), nos pagaron previamente. Cuando fuimos, estaban vestidos de negro. El muerto era salsero y le gustaba la rumba". 

Faltaban 15 minutos para que terminara su show y salió la viuda a decirles que tuvieran respeto, que ellos estaban sufriendo. "Los ‘panas’ del occiso fueron los que nos contrataron, pero nunca nos dijeron que toquemos canciones sobre pérdidas de seres queridos, nos solicitaron rumba”, recuerda el artista y caserito, quien es feliz entre legumbres e instrumentos.

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