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Fiesta religiosa en Guayaquil: fe, comparsas y alegría por el Divino Niño
Una banda de pueblo y un grupo de danzas le dieron mayor brillo a una celebración religiosa en el barrio La Ferroviaria, en Guayaquil.
La fe religiosa volvió a vivir una gran fiesta en Guayaquil. Hubo harta ‘jama’, mucha alegría y sobre todo mucha, mucha fe en el Divino Niño. Toda esa mezcla le puso un toque de color y vida al sector de La Ferroviaria, en el centro oeste del Puerto Principal, donde la noche del miércoles 20 de julio la música de una banda de pueblo y el zapateo y la jarana de un grupo de danza sacó a todos a sus ventanas y balcones.
No hubo licor ni merengue, reguetón o perreo, pero la gente pasó muy divertida. “Todo porque se pone por encima de cualquier cosa la fe en el Divino Niño, en un acto que se ha convertido en una tradición en este sector”, comentó Franklin Carguachi, uno de los priostes y a cuya casa llegó la imagen después de un recorrido de casi diez cuadras.
Ni bien los fieles salieron de la iglesia, los cohetes rompieron la tranquilidad de la zona. Enseguida, con un saxofón, una trompeta, un bombo, un redoblante y unos platillos, los cuatro integrantes de la Banda Orquestal Virgen del Cisne abrieron lo que de pronto se convirtió en una fiesta con música popular. Y para completar, 17 personas, entre ellos tres ‘peladitos’, le sacaron brillo al piso con el zapateo y la comparsa.
“Sin una gota de trago se la está pasando chévere”, comentó Andrés Aguilera, uno de los asistentes, luego de la caminata que tuvo 4 paradas en diferentes casas, donde se leía la palabra de la Biblia, se oraba y finalmente el padre Emmanuel De Benzenac, un francés que ha hecho toda su vida eclesiástica en Ecuador, les daba las bendiciones.
Lourdes Arteaga llegó hasta el lugar solo para curiosear, pero se quedó tan enganchada de la fiesta que se quedó. Y no dudó tampoco cuando uno de los bailarines del grupo de danza la sacó a bailar junto a otros asistentes más.
Allí estaban, en medio del ‘bailejo’ popular, el personaje de El Coraza de Imbabura, que con su traje blanco, capa celeste y una especie de máscara decorada con coloridas plumas y piedras de fantasía, representa la alegría del baile, y que en esta ocasión hizo sudar bastante a quien lo llevaba, Andrés Suárez, de 28 años.
También sobresalía La Guaricha, personaje carnavalero de Píllaro (Tungurahua), “un hombre disfrazado de mujer que da espectáculo y se adueña del baile”, explicó Alonso Chilinguano, de 55 años y quien llevaba dicho traje.
Geanpierre Alvarado, de 14 años, era el Diablo Huma, tradición al personaje de las fiestas indígenas en Ecuador.
Y mientras eso ocurría, la actividad, que empezó con una misa, seguía fuera de la casa de los Carguachi con un ‘brindis’ con morocho para casi enseguida dar paso al arroz con fideo y una ‘presota’ de pollo en tarrina para los asistentes. Así, nadie se quedó con hambre, ni en lo espiritual ni en sus pancitas. Así se viven las fiesta religiosas en Ecuador.