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Diabetes infantil: entre juegos y jeringas
Mamá fotógrafa publicó un libro sobre el padecimiento de su hijo. En la zona 8, no es común que exista este padecimiento en menores de cinco años
Sergio es su primer y único hijo. Sin embargo, Roxana Vizcaíno sabía que no era normal tener que cambiarle el pañal cada media hora. Era lógico, cuando el niño tenía dos años tenía una sed excesiva. Le pedía agua a cada instante, con una desesperación que no parecía normal. Pero lo que encendió la alarma en el corazón de madre de Roxana fue la delgadez de su cuerpecito.
Y, en cierta forma, no está tan alejada de la realidad. Al menos en la Zona 8, que comprende Durán, Samborondón y Guayaquil, donde vive Roxana, el año pasado solo un niño, de entre 1 y 4 años, fue diagnosticado con la enfermedad, según el registro de Primeras Atenciones con Diagnóstico de Diabetes del Ministerio de Salud Pública (MSP). En 2019, ninguno. En ese mismo año, solo dos niños de entre 5 y 9 años fueron atendidos por la enfermedad.
Sergio actualmente tiene 9 y, desde que le confirmaron que tenía esta condición, lleva una vida normal, según su mami, pero a la que debe incluirle de tres a cuatro dosis diarias de insulina y medición de su glucosa de manera regular. El niño ya está tan acostumbrado que él mismo se inyecta las dosis, por lo general, con cada comida.
A Roxana, la enfermedad de su hijo le abrió los ojos a una realidad que no conocía, pero que existe y muchas veces deriva hasta en discriminación, cuando no hay conocimientos. Esto la motivó a usar su arte, la fotografía, para captar cada uno de los momentos que Sergio vivió con la diabetes.
Con el paso de los años tenía tantas gráficas que, con ayuda del grupo Blue Circule Voice (de Bélgica), decidió recopilarlas en el libro fotográfico ‘Sergio, la diabetes de mi hijo’.
“Las imágenes han sido el medio por cual he tenido la oportunidad de dar a conocer y hacer más visibles a los niños y jóvenes que viven día a día con cuidado a causa de su diabetes, en medio de glucómetros, jeringas e insulinas, para así evitar futuras complicaciones”, comentó.
El libro fue publicado y presentado en enero pasado y se distribuyó de manera gratuita. La intención de Roxana, apunta, es que más personas conozcan que la enfermedad puede desarrollarse en niños y evitar incluso la muerte.
“Muchos padres no saben que esto puede pasarle a sus hijos. O, si lo saben, no tienen conocimientos para sus cuidados. Gracias a esto me he acercado a fundaciones y otros casos. Hay menores de edad que llegan a fallecer por comas diabéticos cuando no tienen el tratamiento, que es costoso”, explicó la madre.
La más común en niños
Josefa Palacio, endocrinóloga con especialidad en Diabetes y Metabolismo e integrante del Proyecto ‘ECHO’, Educación en Diabetes Tipo 1, explicó a EXTRA que existen cuatro tipos de esta enfermedad: Tipo 1, Tipo 2, Gestacional y la Diabetes por causas secundarias, de acuerdo con la Asociación de Diabetes Americana.
Detalla que, en los niños y adolescentes, la más común es la del Tipo 1. “Antes se la conocía como diabetes infantil o juvenil. Esta se genera debido a un proceso autoinmune que hace que las cédulas encargadas de producir insulina dejen de generarla. Por eso, el tratamiento para las personas que lo padecen es a base de insulina”, explicó.
No obstante, esta puede aparecer en cualquier edad, pero es más frecuente en la niñez y adolescencia. La Tipo 2 es la más común en personas adultas y se da por una producción inadecuada de insulina o una resistencia a la misma.
La profesional indicó que aparece en individuos con factores de riesgo como el sedentarismo y sobrepeso; además, en quienes tienen antecedentes familiares de la enfermedad.
Palacio apuntó que, a pesar de que esta enfermedad generalmente se da en personas mayores, es preocupante que a causa de malos hábitos de salud aparezca también en niños.
Otra diabetes es la gestacional, que aparece durante el embarazo y aunque es usual que desaparezca en cuanto termina esta etapa, la madre debe continuar con controles glucémicos. Otros tipos de la enfermedad radican en causas ligadas a enfermedades o inducidas por medicamentos.
Aprender sobre ella
La profesional aconseja, a quienes estén rodeados de personas que padezcan de esta condición, informarse sobre la misma, en especial si esta aparece en un infante, “porque es una enfermedad que los va a acompañar toda la vida”.
Detalló que hay un primer pico de desarrollo de la enfermedad, que está entre los 4 y 7 años y, un segundo pico, entre los 10 y 14. La médico asegura que la mejor forma de enfrentar la diabetes es el control recurrente y estar informados.
Justo esta falta de información, cuenta Roxana, le trajo problemas a Sergio cuando llegó a la edad escolar. “En muchos colegios hay temor y desconocimiento sobre cómo atender a un niño con diabetes y por estas causas no los aceptan o los discriminan”, apunta.
Con esto coincide Annabelle Arcos, psicóloga clínica, quien insiste en que, a pesar de ser una práctica recurrente el negarse a aceptar niños con algún padecimiento en su salud, esto no está permitido y los padres deberían denunciarlo.
En los casos particulares de niños con diabetes, la profesional cree que hay muchísima ignorancia sobre el tema y el peor camino a escoger es aislar al niño de una educación y una vida normal.
Lamenta que este tipo de hechos sea frecuente, sobre todo en el sistema de salud pública, donde cree que aún hace falta mucha preparación sobre inclusión. “Aunque suene fuerte, muy pocas secuelas están preparadas en ese sentido. Cuando un niño se sale de ese parámetro lo primero que se dice es que no se lo acepta. No hay ningún reglamento o ley que le permita a la escuela excluir a un niño. Los padres deben convertirse en un difusor de información”, aconseja.
Detalla que actualmente, ventajosamente, los tratamientos y formas de medir la diabetes han avanzado tanto que los propios niños aprenden a inyectarse y a medir su glucosa. Sin embargo, apunta que es necesario que dentro de cualquier institución haya una o dos personas con preparación mínima para detectar una baja en glucosa y cómo remediarlo.
“Cuando no hay la inclusión, los mismos niños se dan cuenta y ellos se empiezan a aislar. No hay motivos para tratar a un niño con diabetes como alguien diferente”, analiza.