En la comunidad de Maca Milinpungo, una pequeña localidad al occidente de Latacunga, las tradiciones ancestrales siguen vivas y son el pilar de su identidad.

La pampamesa, una costumbre heredada de los abuelos y padres, aún se practica con fervor. Esta tradición, que simboliza la unión, el trabajo colectivo y la gratitud hacia la naturaleza, ha resistido el paso del tiempo, consolidándose como uno de los rituales más importantes para las comunidades indígenas de la región.

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Luis Segundo Ninazunta, uno de los líderes de la localidad, explicó el profundo significado de la pampamesa para su pueblo. Para él, esta práctica es mucho más que una simple comida comunitaria. “La pampamesa es herencia de nuestros ancestros. Antes, nuestros abuelos y padres se reunían para trabajar juntos en las mingas, construyendo caminos o resolviendo problemas de sequía”, recordó.

Las mingas, o trabajos colectivos, eran una expresión de la solidaridad entre los miembros de la comunidad, quienes unían fuerzas para completar tareas que beneficiaban a todos. La pampamesa, según él, no es solo una comida compartida, sino un acto de reverencia hacia los espíritus de sus antepasados y una forma de preservar su legado. “Esta es nuestra herencia, y no la vamos a dejar nunca”, aseguró.

La tradición de la pampamesa se ha transmitido de generación en generación y sigue siendo un símbolo de resistencia cultural. “Es nuestra forma de trabajo, nuestro propio producto; es como un elemento que nos conecta con la noche, con nuestros ancestros”, afirmó.

En la comunidad, la pampamesa no solo es una tradición, sino también una forma de vida. Manuel Choloquinga, otro líder de la localidad, explicó cómo este ritual ha evolucionado con el tiempo, pero siempre conservando su esencia. “Nosotros participamos y brindamos lo que cada familia produce. Eso es lo que significa la pampamesa: compartir entre todos”, detalló.

Según Choloquinga, la comunidad se organiza y trabaja en conjunto, ya sea en las mingas o en otros eventos importantes, con el fin de fortalecer los lazos que los unen. En las pampamesas, cada familia aporta lo que ha cosechado o producido. “Traemos lo que producimos y lo compartimos con todos. Eso es la pampamesa”, añadió Choloquinga.

Esta tradición también tiene un fuerte componente educativo. Los adultos transmiten a las nuevas generaciones los valores de cooperación, reciprocidad y respeto por la naturaleza, asegurando que estas costumbres no se pierdan.

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La pampamesa, según los comuneros, es más que un simple acto de compartir alimentos; es una forma de vivir, una manera de entender el mundo. En lengua quichua, la llaman “randi randi”, un término que hace referencia al dar y recibir, al intercambio que nutre tanto a nivel material como espiritual.

“Es nuestra manera de vivir. Compartimos lo que producimos, y así seguimos educando a nuestros hijos y nietos”, comentó Choloquinga. A lo largo del año, la comunidad celebra la pampamesa en diversas ocasiones, especialmente en festividades importantes. “Lo hacemos en fiestas, en las mingas y en cualquier oportunidad en la que podamos reunirnos”, explicó Choloquinga.

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