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La conductora recorre varias avenidas al norte de Guayaquil, a bordo de la línea 125.Francisco Flores

Alexandra Quinche: la conductora de bus orgullosa de vestir anaco

Nacida en una comunidad rural de Chimborazo, la madre de familia dice que nunca dejará de lucir su vestimenta indígena. Los usuarios confían en ella

Si la vida de Alexandra Quinche fuera una ruta de autobús, sería una de esas en las que el cobrador, colgado de la puerta, grita: “¡Orellana laaargo!”. A sus 35 años, esta mujer ha sorteado obstáculos como el cierre de su tienda durante la pandemia y episodios de discriminación, pero nunca ha dejado de avanzar. Hoy, pisa el acelerador y sigue firme. 

Lunes 13 de enero. El sol parece derretir las calles de Guayaquil, la humedad empapa la ropa y el tránsito vehicular es caótico, pero en medio de esa escena ‘infernal’, Alexandra está frente al volante de un bus de transporte público. 

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Es imposible no fijarse en ella al abordar aquella unidad de la línea 125. Llama la atención de los usuarios, no tanto por su género, sino por la vestimenta que lleva con orgullo.

Viste anaco color oscuro, blusa blanca con coloridos bordados y zapatos semi altos de cabuya que domina al paso. Dice que “son cómodos para manejar” el vehículo pesado en el que a diario transporta a aproximadamente 100 pasajeros, en tramos de las avenidas Narcisa de Jesús, Francisco de Orellana y el centro de la ciudad. Cada recorrido suele durar tres horas.

Cada recorrido dura tres horas. Los usuarios destacan su amabilidad.Francisco Flores

No importa lo ‘infernal’ del calor, dentro o fuera de la unidad, nada le hará cambiar su indumentaria con la que se siente bien, es confeccionada a la medida por su hermana, y a la que considera parte de su identidad y de su comunidad. Alexandra es oriunda de la ruralidad de Cecel San Antonio, parroquia chimboracense de Licto. Hace 15 años llegó a Guayaquil.

Mucho antes de integrar la línea 125, la única mujer entre 28 conductores de la Coop. La Garzota, abrió una tienda de víveres que se vio obligada a cerrar por el encierro obligado por el Covid-19. Muchos de los productos que vendía se dañaron. Botó todo y se despidió del pequeño local.

“Conducir es fácil, el recorrido es difícil"Alexandra Quinche

Experta en el volante de transporte pesado

Meses después trató de reabrirlo, pero la falta de capital se lo impidió. Ante la necesidad imperante de llevar dinero al hogar, decidió hacer el curso para obtener la licencia profesional, cuyas pruebas pasó. No se le hizo difícil porque estaba familiarizada con el manejo de vehículos pesados. Aprendió a conducir en un camioncito que también se perdió en la pandemia.

Para Alexandra, lo difícil no es conducir, “es fácil, el recorrido es difícil”. El motivo, argumenta, son los vehículos imprudentes que se le atraviesan y hacen que frene bruscamente, lo que puede provocar la caída de algún usuario. Su responsabilidad, explica, es llevarlos sanos y salvos a su destino.

Además de los conductores irresponsables, también se ha encontrado con quienes la han discriminado por ser mujer, pero eso jamás la ha detenido. Prefiere no ‘parar bola’ y trabajar para su hijo de 10 años, quien la alienta “a facturar”.

Está consciente de que en algún momento deberá enfrentarse a la delincuencia. Aunque agradece no haber sido asaltada durante los dos años que tiene en esa cooperativa de transportes, en la que trabaja seis días a la semana, el temor siempre está latente. Ahí está su sexto sentido para ayudarla. Cuando ve algún individuo sospechoso, se detiene más adelante a la espera de que se suban los pasajeros y cierra la puerta de inmediato. “Se suben a vender caramelos y asaltan, cuando esto pasa, los pasajeros nos culpan a los conductores. Cuando esto ha ocurrido los compañeros avisan para estar pendientes”, comenta.

“Yo me siento muy segura, muy bien con ella”María Fernanda Yépez
​Usuaria

Antes de que salga el sol

Su día se inicia antes de las 6 de la mañana. Una vez que ha preparado a su hijo para enviarlo a la escuela, se dirige a la estación, en Mucho Lote 2, para iniciar el recorrido. Su esposo, quien también se dedica a la transportación urbana en la línea 132, sale dos horas antes de la vivienda.

Alexandra junto a su esposo William Gualli y a su hijo Dylan, de 10 años.Cortesía

A las 06:00, Alexandra está tras el volante. En el recorrido, los pasajeros la saludan con familiaridad. Se sienten seguros. Por ejemplo, Jorge Tomalá, de 50 años, dijo no temer, porque sabe que la licencia profesional que tiene, “ha pasado el proceso en la escuela de conducción que le dio el aval, con la evaluación correspondiente”.

Lo mismo piensa María Fernanda Yépez (39). “Yo me siento muy segura, muy bien con ella”, dice la usuaria.

Los pasajeros destacan la amabilidad de Alexandra, quien de manera pausada explica que las mujeres no deberían sentirse limitadas. “Todo se puede. Hay que salir adelante, echarle ganas”, menciona con seguridad, la misma que tuvo el día en que llegó a la cooperativa para pedir trabajo.

Es una persona cumplida y amable

Eso lo recuerda bien Lorena Esmeraldas, despachadora de las unidades y coordinadora del horario de los conductores de la línea 125. “Alexandra tiene aquí dos años, ella llegó a pedir trabajo, pero antes estuvo su esposo, él ya no está aquí. Ella es la única mujer y confiamos porque venía aquí en un camión y si maneja un vehículo pesado, maneja un bus. No ha tenido problemas con nadie, ni multas. Es cumplida y amable, gracias a Dios ha compaginado con todos aquí”, detalla.

El recorrido continúa por la avenida Francisco de Orellana, el calor es abrasador. Alexandra va concentrada en la ruta. Cuando se le pregunta hasta cuándo seguirá tras un volante, sin dudarlo, responde: “De largo”.

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