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¡Adiós a la guerrera de la movilidad inclusiva, Betzabeth Pilaloa!
Fallece de COVID-19 la expresidenta de Asopléjica. Guayaquil recuerda su lucha por los derechos de las personas con discapacidad
“Ella me sacó de la casa, eso fue hace cuatro años. Vino con toda la comitiva para invitarme a acudir a las actividades de la asociación, me venía a ver todas las semanas. También me fue formando y compartiendo su forma apasionada y servicial de trabajar, quizá vio en mí un líder que yo no veía”, señala Aquiles Valarezo, actual presidente de la Asociación de hemipléjicos, parapléjicos y cuadrapléjicos del Guayas, Asopléjica, quien conoció y trabajó con Betzabeth Pilaloa, líder de la institución por seis años, quien el pasado viernes falleció de COVID-19, en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Teodoro Maldonado Carbo, sur del Puerto Principal.
A Valarezo le impresionó que su amiga y mentora le haya enseñado a salir de la zona de confort. “Ella tenía la jubilación de su antiguo trabajo en el Instituto Nacional de la Niñez y la Familia (Innfa), arrendaba su casa. Cualquier persona dice: “vivo bien, para qué me voy a complicar la existencia. Tenía su futuro resuelto, pero quiso poner su granito de arena para mejorar la vida de muchos”, enfatiza.
También la describe como una mujer con visión y de gran generosidad, quien no solo pensó en los más de 250 socios de Asopléjica, sino también en las personas con discapacidad fuera de sus cuatro paredes.
“Buscó y tocó muchas puertas, su lucha fue ardua, pero nunca se cansó. Siempre estuvo en defensa de los derechos de las personas con discapacidad y buscaba que ellos tengan independencia y autonomía”, manifiesta su hija, Mercedes Alcívar Pilaloa, quien recibe su perseverancia como herencia.
A Pilaloa se la recuerda por sus plantones, por sus luchas y acercamientos con la autoridad para reivindicar el derecho de las personas con discapacidad física. Pidió rampas para la metrovía, para las aceras, pidió acceso a los buses y lo logró.
Guerrera, de carácter y convicciones, así la describe Adriana Moreno, abogada y socia de la institución. “La considero mi segunda madre porque me aconsejó y ayudó a visualizar que la discapacidad no es ningún obstáculo. Soy madre de un niño con discapacidad”, sostiene Moreno, quien dice que apenas Pilaloa asumió la presidencia luchó por la implementación de rampas en los buses de transportación pública; por ver un Guayaquil más inclusivo.
Asimismo, veló para que se cumplan las normas INEN y las de la Ley Orgánica de Discapacidad, expresa la abogada.
“Con ella aparecieron los elevadores electrohidráulicos para los buses. Posterior a ello dijo que no podía permitir que el respeto hacia las personas con discapacidad se pierda, y empezó con charlas del buen trato y el lenguaje positivo. De igual manera, se dio cuenta que los autos obstaculizaban las rampas de acceso, así que se dieron ordenanzas y surgieron los parqueos inclusivos”, indica Alcivar, quien dice que la poliomelitis de su madre (presentada a los dos años de edad) no impidió que siguiera con su vida y servicio. “Nadie podía entenderlos mejor, pues ella vivió con discapacidad en su niñez, adolescencia y adultez”, asevera.
Aunque nunca sufrió de escaras (lesión en la piel por permanecer mucho tiempo en una sola posición), se preocupó por quienes sí la padecieron. “Tomaba los problemas de otros como suyos. Luchó por llevar un proyecto al municipio: la curación de escaras, que luego se amplió a las operaciones. Cuando a ella la internaron (esta semana), a un compañero lo intervinieron gratuitamente. Sus logros y huellas perdurarán después de su muerte”, precisa Valarezo, quien sufrió un accidente a los 20 años, hoy tiene 39.
“Les cambiaba la mentalidad”
Desde el 2017, el agente civil de tránsito Kelvin Jarama, la conoce. En ese tiempo laboraba en la Dirección de Movilidad Sostenible y Educación Vial de la Agencia de Tránsito Municipal de Guayaquil (ATM). “Supe de su lucha por los proyectos que se dieron en la institución; teníamos algo en común: la misión de cambiar la movilidad en la ciudad”, precisa.
El uniformado asegura que muchas personas que trabajaron con ella aceptaron su discapacidad. “Ella les hacía ver que no era el final de sus vidas, que todo era mental, sus semblantes cambiaban luego de conversar con Betzabeth”, menciona.
Relata que empezaron a trabajar juntos cuando se implementó la ordenanza que condonaba las deudas de multas de tránsito, en su lugar se les daba charlas de educación vial. “Podría decirse que sembró una semilla en los infractores, los sensibilizaba y al final terminaban agradeciéndole por su labor; con eso me quedo”, finaliza el agente.