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El dramático testimonio de dos víctimas de secuestro en Los Ríos: “Ya me jodieron”
Dos víctimas de este delito relataron su experiencia en el infierno del rapto
Los Ríos se ha convertido en el escenario de secuestros incesantes que preocupan a sus habitantes. Y ante este mal que crece cada día, EXTRA le cuenta la historia de dos víctimas que vivieron el infierno de estar en un cautiverio forzado.
Pedro es un comerciante de Quevedo que fue secuestrado en agosto de este año en la vía a Mocache, cuando una llanta de su carro se ponchó. Mientras se alistaba para repararla, vio que un grupo de sujetos pasó por su lado y él intentó no ponerse nervioso. Cuando se fueron, respiró aliviado, pero a los pocos minutos volvieron y se lo llevaron.
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La víctima se percató de que lo condujeron al cantón El Empalme, a una zona desconocida. Por él pidieron 30 mil dólares, dinero que no tenía al alcance. Sin embargo, Pedro les dijo que llamaría a sus parientes para que reunieran 10 mil dólares y lo dejaran libre. Además quería que le devolvieran el carro, que era su herramienta de trabajo.
Pedro contó que mientras lo tenían encerrado, los secuestradores hablaban sobre la gente a la que iban a raptar. En esa charla entre criminales mencionaron que se llevarían, por lo menos, a unas siete personas. Incluso tenían sus nombres en una lista.
Además, los antisociales hablaban de días libres, es decir que había un grupo de captores que se tenía que ir de ‘vacaciones’. Luego de cerca de ocho horas que se hicieron eternas, los 10 mil dólares llegaron a la cuenta de los secuestradores, por lo que lo liberaron en El Empalme y le dijeron dónde estaba su carro.
No hay tranquilidad en Quevedo
La otra historia es de Juan, transportista de 55 años que recorre la ruralidad de la provincia. En marzo de este año, el hombre salió en su carro por el recinto Alejo Lascano a visitar a unos parientes y en el trayecto vio que una camioneta lo perseguía.
“Ya me jodieron”, pensó cuando los tipos lo rebasaron. Unos sujetos armados se bajaron y le apuntaron para que abriera las puertas. “Si no hacía lo que me exigían, me iban a disparar, por lo que no me quedó de otra”.
Juan fue embarcado en el otro auto en medio de tres hombres que iban en el asiento de atrás. Ellos le colocaron una capucha y se lo llevaron con rumbo desconocido por alrededor de 15 minutos.
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Luego de esto se bajaron y caminaron por unos tres minutos hasta llegar a una casa alta de caña donde lo único que le mencionaron fue que colaborara. Le sacaron los cordones, le ataron las manos hacia atrás y le amarraron los pies.
Al tiempo le exigían la clave de su celular para llamar a su familia. Los criminales pedían 50 mil dólares para dejarlo en libertad. Si no, ya no lo volverían a ver nunca más, amenazaron.
El hombre dijo que fueron los minutos más largos de su vida. Entretanto, Juan sintió que los antisociales se fueron y que lo dejaron al cuidado de una persona que tenía una cartuchera.
En el rato menos pensado, el secuestrador que lo estaba cuidando se quedó dormido. Rápidamente pensó en darse a la fuga o dispararle con el arma. Sin embargo, los nervios se apoderaron de él y no pudo realizar ninguna acción.
Al siguiente día, al parecer los secuestradores ya habían llegado a un acuerdo con la familia del transportista. Ellos podían pagar 15 mil dólares divididos en tres partes. Tenían que dejar el dinero en diferentes lugares, donde lo iban a pasar recogiendo y, luego de revisarlo y contar que no faltaran “ni cincuenta centavos”, lo dejarían libre.
Y una vez que entregaron el dinero, los secuestradores lo llevaron por una ruta que no conocía y lo abandonaron diciéndole que caminara largo hasta dar con una carretera. Juan estaba desubicado y caminó hasta encontrar personas, quienes le dijeron que estaba por una vía del cantón El Empalme. Él les pidió agua y que le regalaran una llamada telefónica para hablar con su familia.
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De vendedores de droga a secuestradores en Quevedo
Marcel Calderón, jefe del Grupo de Fuerzas Especiales 26 Cenepa, explicó que el problema se incrementó porque algunos grupos criminales se han fraccionado. Ante esto, muchos deciden cometer este delito porque han encontrado una forma fácil de hacer dinero con esto.
El oficial explicó que con el inicio de los operativos bajo el estado de excepción, los expendedores de droga fueron acorralados, pero eso ha provocado un cambio: ahora muchos se han dedicado a secuestrar.
“Como Fuerzas Armadas no descansaremos hasta devolver la tranquilidad a todo el Ecuador. Muchos delincuentes piensan que pueden hacer de las suyas, pero los tenemos más rodeados que nunca y todo sería cuestión de tiempo para poder detenerlos”, expuso Calderón.
Washington Chuga, jefe de la Policía en Quevedo, manifestó que es importante la colaboración de las personas para ejecutar un plan investigativo eficaz durante un secuestro. Como parte de las pericias, el oficial detalló que cuando se difunden videos de estos raptos, los agentes acuden al lugar y levantan la información necesaria para coordinar con los familiares para que pongan la respectiva denuncia.
“Contamos con los trabajos de la Unidad Antisecuestros y Extorsión (Unase), que en todo el país han dado un resultado de un 99 %. Generalmente los secuestradores saben el procedimiento y lo primero que les van a decir es que cuidado con denunciar, ya que habrá represalias, pero nosotros hemos dado muy buenos resultados”, expuso Chuga.
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El oficial agregó que el hecho de que las personas paguen ante la presión de los secuestradores, se convierte en una oportunidad para estos antisociales. Chuga afirmó que en Quevedo ha habido una disminución de muertes violentas, pero admitió que existe un repunte de secuestros.
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