El apoyo llegó y Matheo, de apenas 8 años, pudo ser sepultado en el mismo cementerio donde ocurrió el accidente que le costó la vida, aplastado por una reja de un camposanto municipal, en la parroquia San Cristóbal, del cantón Quevedo, Los Ríos.

La tarde del sábado 7 de septiembre de 2024, algunos vecinos salieron con una sábana y fueron de casa en casa para pedir colaboración, pues la familia del pequeño necesitaba alrededor de 700 dólares para cubrir los gastos del funeral, pues no contaban con las posibilidades al ser personas de escasos recursos.

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Huber Velásquez, padre del niño, en medio del dolor clamó por la ayuda, porque buscaba alcanzar el monto requerido para sepultar a su hijo. “Quisiera retroceder el tiempo. Si supiéramos lo que nos iba a pasar...”, se cuestionaba el hombre, mientras velaba a su vástago en el sector La Baldramina Alta.

Luego de que su situación trascendiera, en horas de la tarde, la Dirección de Gestión Ambiental asignó de una bóveda en el mismo cementerio donde ocurrió la tragedia.

La directora del área social, Rosa Andrade, indicó que el Municipio, una vez que conoció el caso, también dio un aporte económico para los gastos del funeral. Además, se ha ofrecido atención médica y psicológica gratuita para los parientes de la víctima.

También informó que este lunes 9 de septiembre, en la entidad edilicia, se iniciaría el trámite con el objetivo de asignar un terreno a la familia afectada, como parte del apoyo por la difícil situación en que viven.

Con esta ayuda y el ofrecimiento, pasadas las 11:00 de este domingo 8 de septiembre, salieron para dejar el cuerpo del estudiante de cuarto grado en su morada eterna. En la despedida, allegados lanzaron globos blancos al aire.

El menor de edad sufrió el accidente el viernes 6 de septiembre. Su tía Yessenia Velásquez, quien vivió los angustiosos momentos, relató que por falta de recursos económicos, ese día salieron con sus niños hasta la curva del cementerio, en la Baldramina Alta, para tapar baches en la carretera y así ganar unas monedas para ‘parar la olla’.

Al mediodía, la madre regresó a la casa para preparar el almuerzo y Yessenia con los dos niños se quedó para continuar con la tarea. Tras recolectar varias monedas, caminaron hacia el cementerio, pero en un abrir y cerrar de ojos, Matheo se agarró de los fierros de la puerta y luego de un estruendo escucharon los gritos desesperantes del niño, bajo la pesada reja.

Entre varias personas alzaron la puerta y lo sacaron, para llevarlo de inmediato al hospital, donde se confirmó su deceso.

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