La violencia desatada en la ciudad de Esmeraldas sigue cobrando vidas y sembrando el pánico entre sus habitantes. La noche de este sábado 23 de noviembre de 2024, un nuevo asesinato ha añadido más dolor a una comunidad ya marcada por la tragedia. Fidel Castro, conocido como Flex, un hombre de 34 años y trabajador de una empresa distribuidora de televisión por cable, fue brutalmente asesinado en el barrio Valle Hermoso, en el sector San Rafael, al sur de la ciudad.

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El eco de las balas resonó en la noche, y la policía, al llegar a la escena del crimen, encontró ocho indicios balísticos que evidencian la ferocidad del ataque. Testigos relatan que "Flex" se encontraba conversando con amigos al pie de una vivienda cuando dos sicarios, que se movilizaban en una motocicleta, le arrebataron la vida en un instante, dejando a su paso el rastro de una violencia que parece no tener fin.

Otros dos casos se registraron en el sur de la ciudad

Esmeraldas ha vivido un fin de semana de dolor y sangre. Más temprano, en el barrio San Jorge, Ángel Salomón Valverde Landázuri, un comerciante de mariscos de 49 años, fue acribillado mientras realizaba una diligencia cotidiana: salir a comprar medicinas para su familia. La rutina se convirtió en tragedia, y la vida de un padre de familia se apagó en un abrir y cerrar de ojos.

El terror continuó en el barrio 24 de Mayo, donde Darío Gilberto Rengifo de Rosero, un joven de 23 años, fue asesinado en un intento desesperado por escapar de sus atacantes. Herido por un arma blanca, Darío buscó refugio en una casa cercana, pero sus esfuerzos fueron en vano. La desesperación y el miedo se apoderaron de la escena, mientras la vida de un joven se desvanecía ante la mirada impotente de los vecinos.

En solo 12 días, Esmeraldas ha sido testigo de una ola de violencia sin precedentes, con al menos 11 asesinatos en la última semana. Los barrios más peligrosos de la ciudad parecen haber perdido toda esperanza de tranquilidad, y los residentes claman por una respuesta de las autoridades, quienes se ven desbordadas ante la creciente criminalidad.

La sensación de inseguridad se ha convertido en un compañero constante, y el miedo ha tomado posesión de las calles que habían recuperado la tranquilidad.

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