Se está haciendo costumbre ver y replicar, con cierta satisfacción incluso, aquello de la ‘paloterapia’ como una forma de castigar a los delincuentes. De manera errada, muchos intentan justificar estas acciones asegurando que le gente hace aquello ante la falta de acción de las autoridades encargadas de ejercer justicia, que a decir de tantos favorecen muchas veces a los pillos sobre el bienestar de la ciudadanía.

En redes sociales es donde más se difunden videos de sujetos que son detenidos por sus víctimas o por vecinos de algún barrio que, cansados de tanta pillería, deciden unirse para poderles dar una ‘lección’ con palizas que jamás olvidarán. Los comentarios son, por lo general, de apoyo. Se aplaude la acción como si fuese lo mejor, pero poco se reflexiona en el hecho de que estamos cayendo en la misma violencia que criticamos. Nos volvemos agresivos, nos llenamos de adrenalina por cada golpe. Creemos que hacemos justicia, pero no.

El más reciente caso de dos personas a quienes les dieron palo y luego les prendieron fuego hasta que murieron debe hacernos reflexionar que ese nivel de violencia para obtener justicia no es el correcto. Es entendible el cansancio de la gente y por eso la ‘paloterapia’, pero cuidado con redondear ese espiral de violencia y envolvernos en ella más de lo que estamos.