El dinero de los contribuyentes guayaquileños ha tenido una gran variedad de destinos: aromaterapia, fanfarria, festejos y proyectos que se ejecutaron por el otorgamiento de permisos sin planificación urbanística, dando lugar a un show permanente que mantuvo a la gestión municipal ocupada en asuntos no prioritarios para una ciudad plagada de problemas que han sido denunciados por la prensa responsable.

Esa misma administración municipal, centrada en la exposición mediática, ha cerrado los ojos, y parece que seguirá haciéndolo hasta el fin de su período, a las necesidades urgentes de Guayaquil. No solo la delincuencia (tema del que se desvincula alegando que no es de su competencia) está cobrando vidas. Las lluvias e inundaciones han provocado la muerte de ciudadanos, y también grandes pérdidas económicas para los comercios, hechos que la Alcaldía observa desde un celular, sin acudir a los lugares afectados.

Las autoridades que han manejado la ciudad en las últimas décadas deben tener al menos una idea clara de las soluciones que deben implementarse para que las tragedias no se repitan y para anticiparse a los efectos del cambio climático. Los recursos del Municipio, que son de todos, deben invertirse en lo que necesita la ciudad y no sus compadres.