Transcurren los meses y en Quito, como en otras ciudades, no se sienten las soluciones a las necesidades de los habitantes. Por ejemplo, ya ha saltado el ‘pito’ por el mantenimiento del metro, debido a la presencia de fisuras en los rieles, lo que ha provocado retrasos en los viajes de los usuarios. Esto, sin mencionar la acumulación de basura, los problemas de vialidad, la inseguridad, el despilfarro del agua, el comercio informal, entre otros problemas que arruinan la imagen de la capital.

Parece que los alcaldes y concejales están dedicados a responder a sus agendas políticas y olvidan las reales necesidades de los ciudadanos. También es perjudicial para la urbe que sus administradores no tengan planes de desarrollo y limiten su gestión al manejo burocrático y al mantenimiento de ciertos servicios básicos. Quito carece de un proyecto emblemático que motive a su población a movilizarse.

Los ciudadanos tienen la obligación de hacer sentir su disconformidad con el manejo de las autoridades locales, para que esta conducta no se haga crónica. Y las autoridades deben escuchar las demandas del pueblo e implementar soluciones efectivas. Quito no es una ciudad más, es la capital de los ecuatorianos, y su progreso y cuidado es preocupación de todos.

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