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Opinión

Editorial: Los vigilantes del Estado

Los ciudadanos, cansados de promesas vacías y escándalos repetidos, sienten que su voz es ignorada y que sus derechos no son defendidos.

La confianza está en crisis. La revelación sobre la implicación de un funcionario de la Unidad de Análisis Financiero y Económico (UAFE) en cosas ‘chuecas’ ha puesto de manifiesto una alarmante realidad: la corrupción se ha infiltrado en las mismas instituciones diseñadas para combatirla.

Esta entidad, encargada de la prevención y erradicación del lavado de activos y financiamiento de delitos, se ha convertido en un símbolo de la descomposición ética que permea diversas esferas del Estado.

La corrupción no solo desdibuja el tejido social; también socava la confianza en las instituciones democráticas. Estamos viviendo una de las épocas más críticas en términos de credibilidad del Estado y todas sus instituciones. Los ciudadanos, cansados de promesas vacías y escándalos repetidos, sienten que su voz es ignorada y que sus derechos no son defendidos.

Y es aquí cuando la ciudadanía debe desempeñar un papel activo en la vigilancia de los gobiernos, exigiendo transparencia y ética en la administración pública. Hoy más que nunca es importante la educación sobre los efectos destructivos de la corrupción y promover una cultura de integridad para que las futuras generaciones comprendan la importancia de un Estado honesto, responsable y al servicio de todos.

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