La Función Judicial se sumerge cada vez más en un mar de entredichos. Las actuaciones recientes y no tan recientes de varios jueces alimentan esas dudas que no deberían existir en la función llamada a ser la más transparente e independiente de todas.

¿Dónde está el problema? ¿Radica acaso en los funcionarios judiciales, en todos sus niveles, que por acción u omisión merman el prestigio de la justicia? ¿Será la ley, que es blanda y permite a cualquiera salir de prisión sin cumplir con el pago de sus millonarias multas por actos de corrupción? Puede que sean los políticos que se embelesaron con las mieles de una justicia a la carta. Es un poco de todo. Y en medio, como siempre, el ciudadano, que no denuncia porque perdió la fe en la justicia y que opta por el camino fácil, quizá de la coima o del padrinazgo, para saborear el agridulce de una justicia maquillada.

Hay que devolverle la fe a los ciudadanos. Seleccionar a jueces probos, con un salario acorde a su función, que los empuje al menos a pensar dos veces antes de someterse al poder político o del narcotráfico. Con leyes fuertes e inquebrantables, y políticos que ocupen su lugar en la sociedad, dejando al resto de funciones hacer lo que tienen que hacer. Solo así la justicia puede emerger de ese mar de entredichos.L