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Farándula
Su esposa cerró su escuela de danza árabe. La poca afluencia al teatro debido a la jodida situación lo perjudica. No es el único caso
Oswaldo Segura duda si seguir en Ecuador debido a crisis energética e inseguridad
El actor Oswaldo Segura se encuentra en un dilema. La inseguridad y los apagones han mermado su trabajo actoral y el de su esposa Liliana Vera, quien hace pocas semanas cerró su academia de danza árabe, situación que los ha llevado a pensar en abandonar el país.
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Ella trabajaba con un promedio de 50 a 60 alumnas, que de a poco se fueron ausentando, primero por la inseguridad y luego por los cortes de energía, que terminó por complicar la situación. Prácticamente se quedó sin estudiantes, por lo que trasladó sus clases presenciales a virtuales y privadas.
“Tenemos esa idea -migrar-, pero todavía no se concreta. Estamos viendo si nos íbamos a Argentina, pero la situación allá está peor o igual que acá. Hay muchos lugares donde la cosa también está difícil”, asegura el actor, quien sigue trabajando por el bienestar de sus dos hijos, de 15 y 5 años.
A Oswaldo, la inseguridad y los apagones le han restado las funciones teatrales. “Los actores estamos fregados porque la gente no va al teatro. Hay miedo de salir, dejar las casas botadas y atravesar la ciudad a oscuras; por más generador que pongas en el establecimiento, no es una solución completa”, recalca Segura, de 65 años, 48 de los cuales los ha dedicado a la actuación.
Similar explicación dio Catrina Tala, CEO de la productora Rompekabezas, que tiene entre sus obras a la Michy y Melo. “Así nos ayuden Segura EP, la Policía y la ATM a la salida del teatro, no vamos a estar a salvo, porque la inseguridad aprovecha. La gente no quiere salir y dejar sus casas a oscuras con sus niños”, indica.
Hay público, pero no es suficiente
Pese a todo, Segura ofrece funciones en su teatro El Ángel, al que asisten entre 16 y 40 personas por función, cuando el espacio puede albergar a 150 asistentes. “Sobrevivimos, pero no queremos cerrar, por ese público que va a vernos y quiere divertirse”, lamenta.
Tala, en cambio, debido al clima social tomó la decisión de no presentar las cuatro últimas funciones de la obra Michy y Melo, de las veinte planificadas, lo que le valió que el teatro Fedenador donde se presentan, la multara con 500 dólares, aún habiendo pagado la totalidad del alquiler del local.
“No tomamos esa decisión porque quisimos, sino por la situación del país, con cortes de 10 a 14 horas, con un clima social muy jodido donde tienes que jugar con el riesgo”, enfatizó.
Para el actor Francisco Pinoargotti, por los apagones resulta complicado mover a la gente al teatro, “con la delincuencia es peor, porque puedes tener luz en el teatro, pero cuando sales todo a tu alrededor está oscuro”.
Hacer presentaciones en estas condiciones de oscuridad e inseguridad es de alto riesgo, incluso en lo económico. Al ver que la venta de boletos era baja, la productora Rompekabezas no quiso arriesgarse a hacer funciones durante el feriado de noviembre. Según enfatizó Catrina, si la función se hace, se les paga a todos, no importa si va o no gente y para la empresa eso es un riesgo alto.
Cuando ocurre este tipo de crisis, siempre la cuerda se rompe por el lado más flojo, que es el sector del entretenimiento, “el que económicamente no afecta al país, pero sí directamente al gremio actoral”, advierte Pinoargotti.
Por eso su sugerencia es que no se deje a la gente sin entretenimiento, que se busquen espacios o alguna otra alternativa, ya sea en la tarde o en lugares reducidos.
Y ‘de remate’, sin apoyo
A todo esto se suma también la falta de auspiciantes. Muchos actores están haciendo esfuerzos para continuar con el teatro presencial, pero ha sido complejo, porque las marcas tampoco aparecen y no hay como sostenerse. Ha habido recortes en las empresas, lo que vuelve todo más difícil y lento.
“La crisis ha generado despidos, hay menos plata y cuando esto ocurre cortas el ocio, dejas de asistir al teatro y a conciertos, por eso es importante que los municipios y el Estado inviertan en el tema cultural, estar encerrados afecta la salud mental. Esto es peor que la pandemia”, sostiene Tala.
Aunque Segura está consciente de que hay mucho descontento en todos los sectores de la sociedad tanto por la inseguridad como por los apagones, no quiere perder la esperanza de que el país mejore para no migrar.
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