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Luis Antonio asegura que no teme caminar en Guayaquil.Freddy Rodriguez

Luis Antonio Ruiz: “El barrio me bajó del pedestal”

Luis Antonio Ruiz reconoce que reportear en la calle hizo que sea menos aniñado y peluconcito. El barrio lo bajó de su pedestal

Al fin puede dormir un poco más y tener sus ratos de meditación. El presentador de noticias Luis Antonio Ruiz renunció a Teleamazonas, tras 20 años de ‘camello’, en los que su despertador sonaba a las 03:00 para ir al canal.

Ahora se dedicará a sus redes sociales y al servicio comunitario que, para él, es su “verdadera misión”. Así lo siente desde que batalló contra el cáncer linfoma no Hodgkin (2016) y por el que tuvo que recibir tratamiento en Murcia, España.

El guayaquileño conversa con EXTRA del cariño que le tiene al pueblo, especialmente a sus ‘madrinas’, como llama cariñosamente a quienes, durante sus coberturas periodísticas, le brindaban unos desayunos que jamás olvidará.

¿Cómo se siente hoy?

Todo ha cambiado, principalmente el despertar. Imagínese que después de más de 20 años en los que tuve que levantarme casi a las tres de la mañana, ahora puedo dormir más. Es como un renacer y descubrir que otra vida era posible, y lo valoro mucho porque por mi condición de salud, mis doctores me llamaban la atención porque tengo que descansar. No soy el mismo Luis Antonio de hace 4 años y no lo volveré a ser nunca más por mi precedente del cáncer.

¿Pero de quién fue la decisión: lo sacan o sale usted?

Para mí fue duro partir de Teleamazonas, porque estuvieron apoyándome en todos los sentidos. Cuando me detectaron el cáncer y tuve que ir a luchar a otro país (España) estuvieron presentes y no solo con mensajes y palabras, sino económicamente. Cuando tomé la decisión de volar, fue un dolor muy grande porque no quería que piensen que soy malagradecido, pero me dejaron claro que entendían que era mi momento y mi decisión.

Dice que no volverá a ser nunca más el mismo...

Así es, debo cumplir una rutina de salud que será para el resto de mi vida. Ahora puedo garantizar que resultará. No es que tomé está decisión para dormir más, pero es por el bien de mi salud. Ya hice casi lo imposible en lo laboral y en la vida, no me podía dar el lujo de tirar todo a la basura.

¿El cáncer lo cambió?

Sí, definitivamente no soy el mismo, en realidad no soy el mismo desde hace unos 18 años en que salí a las calles de reportear. Tuve la bendición y la suerte de estar en donde nace la noticia.

Pero usted inició haciendo reportajes en otra rama...

Cuando empecé en la TV fui a vivir a Quito y era reportero del Palacio, del Congreso, era reportero de información oficial para los ministerios. Cuando regresé a Guayaquil empecé en la comunidad y fue donde hice clic, porque fue la experiencia más hermosa e enriquecedora de todas. Cuando bajé al barrio a tener contacto con los moradores, sentí que me bajaba del pedestal en donde las circunstancias de la vida me habían involucrado, me humanicé más, entendí cosas que no sabía. Dejé de ser el niño aniñado y peluconcito para abrir mi alma y espíritu. Mi vida cambió mucho y se reafirmó cuando viví el cáncer.

Dice que hubo una reafirmación de su vida durante el cáncer...

No me llamaron los que en algún momento me pidieron un favor para consolidar su carrera, los políticos a los que serví o los ricachones que en algún momento y de alguna manera tuve que inferir en mis reportajes para hacerlos quedar bien. Fue la gente de los barrios que me llamaba y me daban demostraciones espirituales llenas de cariño; ellos me brindaron apoyo moral, eso nunca lo olvidaré. Por eso decidí consagrar lo que me quede de vida al servicio comunitario.

Habla de los barrios, ¿de cuál viene usted?

Soy de barrio Astillero, uno de los primeros de Guayaquil, ahora es el centro-sur de la ciudad. Está rodeado del barrio Cuba, Bicentenario, La Saiba.

¿Sintió miedo en los barrios?

En el tiempo que ejercí de reportero -que fueron más de 18 años- tuve la bendición de llegar a cualquier lugar sin ningún miedo.

Se siente tranquilo, entonces.

Puedo caminar con la frente en alto y sin temor por las calles de Guayaquil, porque nunca le hice daño a nadie. Serví en todo el sentido de la palabra. Ahora estoy en asistencia social para niños con cáncer, sigo sirviendo.

Pero ‘de ley’ que quedaron algunos enemigos.

Siempre tuve la ayuda de la policía que estuvo atenta. El ya no estar en el ‘ojo del huracán’ bajará un poco los ánimos, pero insisto, mi corriente periodística siempre fue la de rechazar atropellos a los más desfavorecidos.

Es que usted tenía ‘madrinas’ en los barrios...

Me querían mucho. Me tenían mis muchines de yuca, los bolones, mi pan con mortadela corriente y mantequilla de tienda de la esquina, que me parecieron siempre los mejores desayunos de mi vida. Me dieron colada de máchica que ahora valoro y extraño tanto. Fui feliz, el más rozagante y el que mejor salud tenía. Las circunstancias de mi vida cambiaron en muchos aspectos y me llevaron a un tiempo de mucha tristeza, que para mí fue el detonante de todo lo que me pasó después.

Muchos quieren ser presentadores y usted reportero...

Es que vengo de una familia que me inculcó los valores y especialmente el de servicio. Hay mucho que hacer en barrios y comunas. Lamento decir que he pesado 30 años en servicios comunitario y todo sigue igual.

¿Quizá el ser presentador apagó un poco su esencia?

Sí, claro que sí, y me las buscaba para volver a las calles y tener ese contacto con la gente (...) Conocí la sencillez, humildad y servicio. Le debo eso a mi profesión.

¿Cómo hizo para soportarlo?

De alguna manera ayudaba en las redes sociales, también colaborando en fundaciones, metido en otros proyectos, tanto así que, los que me conocen, me dicen que tengo que calmarme un poco.

Calmarse porque, imagino, que recibe tantos mensajes de quejas y ayuda social...

Tengo que canalizar todo para responder. Vivo agradecido con mi grupo de amigos del colegio y de la vida, porque muchas veces les solicito ayuda a ellos para resolver algún caso y me brindan la mano en cuestiones incluso económicas.

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