Entre los varios perros que deambulan por el Polideportivo Los Samanes, al norte de Guayaquil, donde entrena y concentra Emelec, hay uno que destaca por su lealtad y presencia inquebrantable: Toro. Este perro negro se ha convertido en una especie de anfitrión del club, siempre atento a los movimientos en la entrada principal y el parqueadero, donde otros canes también han encontrado refugio.

A diferencia de los demás, que buscan cobijo cuando llueve, Toro permanece firme en su puesto, como lo hizo la mañana del 10 de febrero del 2025.

Bajo la intensa llovizna, no se mueve de su lugar, la puerta principal pendiente de la llegada de los vehículos que transportan a los jugadores del equipo principal. Su instinto de guardián lo hace estar en primera fila, como si supiera que su misión es recibir a cada integrante del Bombillo.

ES UN CRACK DE MASCOTA

Su comportamiento incluso inquieta al personal de seguridad.

A ratos, Toro se aleja del polideportivo, generando preocupación entre los guardias que temen que pueda perderse. Sin embargo, siempre regresa, como si tuviera claro que su hogar está en ese lugar donde el fútbol y la camaradería se viven a diario.

Toro no sabe de títulos ni de estrategias, pero su fidelidad lo ha convertido en un símbolo espontáneo del equipo. No le importa mojarse ni soportar el viento con tal de ser el primero en recibir a quienes llegan al fortín eléctrico. Un amor genuino, sin condiciones, como solo un perro puede demostrar.

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