Mi amor siempre fue tacaño desde que lo conocí, al extremo de que nuestros cumpleaños los juntábamos para poder comprar una sola torta.

Nunca pensé que su tacañería la llevaría a su equipo y que al final unos amigos se darían cuenta de su gran defecto. Nunca hubo problemas, pero quedó marcado como el crack más roñoso en la historia del fútbol ecuatoriano.

Mi amorcito era cosa seria y hubo uno que otro altercado con la gente de logística del club, de la selección y hasta de los hoteles donde iba.

Siempre le decía: “cholo, cuidado te descubren”. Pero a él le daba igual.

Sus ‘hazañas’ en las concentraciones deportivas lo llevaron a dejar a sus amigos sin jabones, sin toallas, sin papel higiénico.

Una vez llegó a la casa con 10 rollos de papel higiénico ya comenzados: se había metido al cuarto de un hotel de Ambato y se dedicó a hacer de las suyas.

En nuestro hogar siempre había champú, jabón líquido, pasta de dientes y hasta las servilletas que en un descuido se llevaba, no es broma.

En una ocasión apareció con dos sábanas que tenían el nombre de un hotel de Cuenca, no entendía cómo no lo descubrieron. Creo que lo que hacía ya no era tacañería, sino una enfermedad.

Todo terminó cuando invitó a dos amigos jugadores a nuestro domicilio, uno de ellos ahora es un presentador deportivo famoso. Cuando llegaron enseguida se dieron cuenta de todo lo que se llevaba de las concentraciones, camerinos y hoteles.

Aquel día cambió su vida, nunca más se llevó nada y yo me moría de la vergüenza, pero igual lo amaba.