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No le gustaba la casa sin patio y sin bulla (La columna de una ex de un futbolista)
Cuando el olor a barrio es más fuerte que vivir en un departamento. Cosas de la vida, cosas del fútbol.
La verdad, él era del pueblo y para el pueblo. Nació en la calle Portete de mi querido Guayaquil. Cosas del fútbol y la vida, la pelota le sonrió cuando tenía ‘veintipico’ de años.
Tuvo que irse fuera de la ciudad, pero al regresar ya era todo un jugador.
Cuando llegamos de vuelta a Guayaquil, el directivo le dijo que tenía que vivir en la ciudadela Kennedy, en un apartamento en el piso 3. Él no sabía cómo era vivir en ese lugar. Le fastidiaba que un guardián lo vea todos los días y quería tener un patio para guardar sus cosas del carro.
Nunca olvidaré cuando le pidió al presidente que le dé los 500 dólares que pagaba por el departamento para irse a vivir al suburbio, donde solo iba a pagar 200 por la casa entera, porque estar en un departamento así no era vida.
Mi amor extrañaba poder sacar los parlantes para escuchar las canciones de Atrato River, el paso de los vendedores ambulantes y hasta coquetear con las vecinas.
El directivo le dijo que no y que por su seguridad debía de seguir viviendo en “la cárcel”, como él la llamaba.
Las peleas comenzaron entre nosotros. Él quería estar todos los días después de los entrenamientos con sus amigotes del barrio. Extrañaba tanto el olor a barrio, a calle.
La verdad, yo me sentía cómoda, feliz de poder vivir sin que nadie nos moleste.
Han pasado los años y ahora se ríe al recordar cuando vivíamos en aquel departamento, sin patio y sin vendedores ambulantes.
Cosas de la vida, mi osito de peluche no estaba preparado para eso. El barrio estaba en su alma. Ahora les aconseja a los chicos que están surgiendo que deben de adaptarse a las situaciones que les pone el fútbol, la vida.