Exclusivo
Buena Vida
Marcela Aguiñaga no se dejó marear por el poder
Como buena costeña, la nueva Prefecta del Guayas se confiesa una mujer exigente, intensa y enérgica
La abogada ambientalista Marcela Aguiñaga, quien se desempeñó como ministra de Estado y asambleísta se enfrentó no solo a un nuevo desafío como prefecta electa por la provincia del Guayas, sino también a este cuestionario.
¿Está lista para ser la prefecta perfecta?
(Risas) Por ahí dicen. No sé, en eso soy súper humilde.
No me diga que es súper humilde...
Claro que sí.
¿En que marcará la diferencia con sus antecesores?
Ya se verá cuando asuma la administración a partir del 14 de mayo. Hay algunas cosas que cambiarán. Por decirte, haré que el Consejo Provincial sesione en los cantones. Recorreré mucho la provincia. Es uno de los primeros cambios. Por ahí me contaron que el ascensor de la Prefectura está dañado.
Y habrá que arreglarlo...
No se preocupe, lo arreglaremos. Hasta eso, subiré las escaleras para llegar al despacho. Y tengo que dar el mensaje de que si los funcionarios no tienen ascensor, tampoco debe tenerlo la prefecta.
Y con usted, ¿el dragado va porque va?
Hay que ver qué pasa. Sigue atrasado. La draga ya no llegará en marzo, sino en abril, es como el cuento del gallo pelón. Así que hay que ver la letra chica del contrato, si ha cumplido o no el contratista y no me temblará la mano si tengo que tomar acciones legales.
¿En qué otras cosas no le tiembla la mano?
Soy muy exigente. Tengo algunos años de experiencia en la opinión pública, por lo tanto se viene un trabajo fuerte 24/7. Hay cosas que nos preocupan a todos, como la seguridad, eso es prioridad, y después sí, la reactivación económica de la provincia.
Si antes escuchamos el ‘va porque va’, ¿cuál sería su frase bandera como prefecta?
Buena pregunta. Mi lema de campaña fue ‘el cambio que todos queremos’ y eso es lo que todos aspiramos, que cambien las cosas.
¿Y usted qué quiere?
Que las cosas cambien para bien, que todos tengamos la tranquilidad y la paz de llegar tranquilos a casa y trabajar, claro.
¿En qué ha cambiado usted de quince años para acá?
Mira, siempre he sido una mujer exigente. Enérgica como buena costeña, con el temperamento bien puesto. Lo que sí creo es que el paso del tiempo me ha dado mayor madurez y eso hace que sea menos impulsiva y que haga pausas. Ahora soy ‘respira, reflexiona y ejecuta’. Puedo decir que soy una política más madura que hace 15 años.
Entonces sí será mujer de dar correa cuando sea necesario...
(Risas) Bueno, yo creo en los incentivos también y a veces hay que dar látigo y zanahoria.
En una entrevista anterior, usted me dijo que no había nacido el hombre que haya revolucionado su vida, pero ahora ya existe.
Sí. Estoy felizmente enamorada de un hombre bueno y encantador (Mauricio Guim).
Entonces él es un revolucionario.
Para nada. Es un empresario, más bien ha estado en la acera adversa políticamente hablando.
Me refiero a que revolucionó su vida...
La revolucionó. Es el compañero ideal, el que no esté metido en mis arenas movedizas en la política hace que cuando nos veamos la pasemos bien, un hombre que me da paz y tranquilidad.
Aparte de abanderada del correísmo, ¿en qué otras cosas lleva la bandera?
Tengo varias, el tema social, la defensa de las mujeres y las personas que se encuentran en situaciones de calle. Y bueno, el tema ambiental es una de mis banderas. Por eso quiero recuperar la isla Santay y el parque Samanes. Hay que promocionar los espacios naturales.
¿Qué otras cosas usted mandaría con el dragado y que se vayan?
Quizás la vanidad. Necesitamos autoridades más cerca de la gente, más de igual a igual. Estas autoridades que están con guardaespaldas, distantes de los ciudadanos, es lo que no le gusta a la gente.
Hablando de vanidad, yo la veo más sencilla ahora, ¿se peleó con Ferragamo?
(Risas) Lo que pasa es que quien que me los regalaba, ya no lo hace. Broma, ahora tengo otras prioridades. Con el pos-COVID todos cambiamos muchísimo. Aprender a vivir más ligeros de equipaje.
Le cuento que tengo amigas que cuando supieron que la iba a entrevistar me dijeron que le preguntara quién la maquilla, quién la viste, quién la peina. Tiene su club de fans.
(Risas) Hoy me he puesto tacos a los tiempos. Uso muchos zapatos tenis, jeans, soy muy casual. Además, el clima de la ciudad se presta para eso. Pero me gusta vestirme bien cuando la ocasión lo amerita. Tenemos grandes diseñadores nacionales como Mónica Campaña.
¿Mujer de perdones?
También. A mí me englosó el señor Pablo Celi. Tuve que defenderme casi seis años de una injuria, una calumnia y gané. La justicia me dio la razón. En estos días el mismo señor fue sentenciado a 13 años por corrupción. Cuando veo eso, digo ‘perdono’, sí. Yo le deseaba a él lo que no tenía yo, un juicio justo y, mira, finalmente en virtud de las pruebas, la justicia lo condenó.
Entonces aquí el karma se aplica.
Se aplica, es así.
¿Tiene rejas en su casa?
No tengo rejas (risas), vivo en departamento. Yo salgo a correr normalmente por Guayaquil y siempre asustada si alguien me sigue. Todos queremos vivir y estar en paz. Ese es el desafío de las nuevas autoridades.
¿De aquí a la presidencia?
No me lo he planteado, ahora estoy enfocada en Guayas.
Hace dos años se decía que la estaban preparando para eso, primero iba a las seccionales y luego a Carondelet.
Veremos. Lo que te puedo decir es que mi prioridad hoy es la provincia del Guayas.
¿Hay tiempo para otras cosas?
En el último año y medio ha habido poco tiempo para otras cosas. Espero tomar unos días de descanso con la familia. Recordaba que hace poco hice una historia para Instagram, contando la oportunidad que tengo de ir al supermercado y cocinar algo en casa.
¿Por qué cree que personas que uno conoció de una manera llegan a tener un cargo y se envanecen? ¿Qué pasa en el camino?
Son las vanidades del poder.
¿Le pasó en alguna ocasión?
Puede ser que sí, pero uno debe tener cable con tierra y ese es el entorno familiar, padres, hermanos, tu pareja que te diga ‘no es como crees, afuera están diciendo esto’. Siempre es importante tomar un vehículo de alquiler de vez en cuando, salir a caminar sin tanto protocolo y algarabía, sentir lo que siente el ciudadano común. Si llegué hasta aquí, es porque no me dejé marear por el poder.
¿Tendría a su pareja como su asesor de imagen?
No, porque yo lo asesoro a él. Es a la inversa (risas). Él está en lo suyo y yo en lo mío. Cada uno tiene sus alas para volar y es la conjunción perfecta.
¿Se tomaría un café con Susana González?
Por el bien de la provincia, claro que sí.
¿Sería amargo o dulce?
Lo tomaría amargo porque el dulce engorda.
- Más de ella...
¿Qué es lo necesario?
Trabajar en un Ecuador distinto. No me quiero ir de aquí, por eso continúo en el campo de batalla.
¿Lo justo?
Preocuparse por los que menos tienen.
¿Lo correcto?
Seguir tus sueños y convicciones que no tienen precio.
¿Colores?
Amarillo.
¿Olores?
Canela.
¿Sabores?
Dulces
¿Cualidades?
Honestidad, intensidad y competitividad.
¿Defectos?
Impulsiva, intensa, también podría ser un defecto.
¿Amores?
Algunos, pero el amor de mi vida, mi padre, sin duda alguna. Hoy estoy con la primera potencia mundial, porque mi novio es chino. Que no se resienta Estados Unidos.
¿Un plato que comería todos los días?
Arroz con menestra y carne.
¿Alergias?
A los mediocres.