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Teresa y sus 12 discípulas ‘tejen’ una nueva vida
un equipo de EXTRA ingresó a la cárcel de Guayaquil para conocer cómo, con trabajo, un grupo de internas se alista para su reinserción social.
Teresa del Carmen García Sánchez cree en las segundas oportunidades. Por eso la privada de la libertad encontró en el mundo de la costura y la confección de ropa un proyecto de vida y un ‘escape’ para cuando obtenga su anhelada liberación.
La manabita, de 53 años, nacida en la parroquia Alajuela, de Portoviejo, es la líder del taller de confecciones del Centro de Privación de Libertad Femenino de Guayaquil.
Sus días y sus noches dentro del reclusorio donde permanece desde hace cinco años ya no son interminables. Ahora su tiempo lo utiliza para enseñar el oficio de costura a sus compañeras de prisión.
Teresa fue detenida en el 2015 acusada de tráfico de sustancias sujetas a fiscalización, delito por el que fue condenada a siete años de cárcel. También fue investigada por un asesinato ocurrido en el 2014, causa por la que fue sobreseída en el 2015.
“El oficio de costura lo perfeccioné estando presa, mis compañeras confían en mí. Soy la que pone el punto final en la elaboración de cada prenda. Me satisface ayudarlas y enseñarles un oficio para que cuando salgan tengan un mejor futuro, oportunidades de trabajar dignamente y no cometan los mismos errores”, cuenta la portovejense.
Explica que en el taller, que está ubicado dentro del centro carcelario, tiene 12 alumnas a las que les imparte corte y confección, pero que a otras 30 reas les enseña el punto de cruz, una forma popular de bordado en la que se usan puntadas que quedan en forma de equis.
La materia prima para la elaboración de las prendas de vestir, almohadas, toallas, mascarillas y trajes de bioseguridad es entregada por autoridades carcelarias y donaciones de instituciones.
Según información del Servicio Nacional de Atención Integral a Personas Adultas Privadas de Libertad y a Adolescentes Infractores (SNAI), de las 933 mujeres detenidas en el Centro de Privación de Libertad Femenino de Guayaquil, 317 están vinculadas a actividades laborales y 22 participan en diversos talleres.
A coser como la ‘madrina’
Delia Daniela Tuárez Tapia, de 35 años, es una de las mujeres con las que a diario comparte Teresa en lo que ha denominado su ‘taller de libertad’.
Desde el 2005 la PPL oriunda de la provincia de Los Ríos paga una condena de 26 años por asesinato. Según las investigaciones, ella habría sido la autora intelectual del crimen de su esposo, el policía Darwin Zaldumbide.
Sin embargo, Daniela se dice inocente y sostiene que fue sentenciada injustamente. “Aquí hay muchas mujeres emprendedoras que están dispuestas a salir adelante y superar los prejuicios. Cuando llegué no sabía de costura, ahora he aprendido y cuando salga voy a poner mi taller”, afirma Daniela, mientras desde una máquina de coser termina de elaborar un mandil con flores moradas que será utilizado por una de sus compañeras de prisión.
La guayaquileña Sandra Lozano, de 43 años, es otra de las internas que trabaja en el taller.
Ella tiene 22 meses recluida en el centro penitenciario y fue condenada a tres años por tráfico de droga. “Ya me falta poco para salir y abrazar a mis dos hijos. Ellos son mi inspiración. Conocía el oficio, pero no lo practicaba, ahora elaboro pijamas para las internas, de esta manera mantengo mi mente ocupada todo el día. Además, aprendo algo que me va a servir para el futuro”, afirma orgullosa Sandra.
Enderly Gómez, María Chávez y Dennise Argudo son tres internas que gracias a las enseñanzas de Teresa aprendieron a realizar el bordado en punto de cruz.
“Estamos aprendiendo a ser productivas para cuando salgamos tener un negocio. Aún no somos expertas, el acabado lo da la señora Teresa”, señala Denisse, quien fue sentenciada a tres años por tráfico de droga. De ellos ya ha pagado 19 meses.
En el mismo espacio del taller donde la ‘madrina’ imparte sus clases de costura, Grace Sánchez enseña maquillaje, manicura y pedicura a sus compañeras de prisión. Pero también manifiesta su interés por aprender corte y confección.
La santodomingueña es maquilladora profesional y fue sentenciada a 10 años por el delito de tráfico de drogas. Ya ha cumplido 36 meses de condena.
“Doy clases desde hace un año. Hace pocos días se graduó una promoción de chicas a las que les impartí mis conocimientos. Me satisface saber que de alguna forma estoy haciendo algo provechoso”, afirma Sánchez, mientras pinta las uñas de Liliana Quinteros, otra de las reas que permanece en el Centro de Privación Femenino.
Finalmente, Teresa afirma que su anhelo y el de sus ‘discípulas’ es ser libres y volver a estar con sus familias. Además tener un proyecto para un mejor futuro y una salida laboral cuando estén fuera.
“A través de la costura me siento libre en mente. Las mujeres somos capaces de crear y de alcanzar lo que nos propongamos. Estar presas no arrebata nuestros sueños”, puntualiza la ‘madrina’ de las artesanas de la cárcel del Puerto Principal.
Camino a la reinserción social
Orlando Jácome, subdirector de Rehabilitación Técnica del SNAI, explica que la labor que realiza este grupo de internas en el Centro de Rehabilitación Social Femenino de Guayaquil es sola una pequeña muestra de lo que se hace en los interiores de los centros de privación de libertad.
“No todo lo que sucede en las cárceles del país es malo. Hay cosas buenas que rescatar. En este centro de privación de Guayaquil hay muchas privadas de libertad que están interesadas en aprender un oficio. También hay otras que conocen la labor y son las que les enseñan. El SNAI provisiona la materia prima para elaborar las costuras”, sostiene Jácome.
El subdirector de los centros de privación del país recalca que lo importante es mantenerlas ocupadas, “para que así haya una verdadera rehabilitación y finalmente la reinserción tan esperada, que cuando salgan en libertad puedan aplicar lo que han aprendido en el centro de privación”.