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Uno de los casos de sicariatos ocurrió en la ciudad de Quevedo, provincia de Los Ríos, en el mes de marzo.Cortesía

Sicarios se ‘entrenan’ con perros y gatos

Este es el relato de un exsicario que ahora teme por su vida. Policía asegura que no existen ‘escuelas’ de gatilleros en el país.

“Si ojos tienen, que no me vean. Si manos tienen, que no me agarren. No permitas que me sorprendan por la espalda...”. Con la oración al Justo Juez inician sus labores los sicarios que prestan sus servicios para liquidar “a un objetivo pagado”, afirma Steven, conocido en el bajo mundo como Lagarto.

El joven, de 29 años, revela a EXTRA cómo se inician los asesinos a sueldo en nuestro país, aunque muchos de ellos terminan muertos por cumplir los encargos y otros no pueden lidiar con el peso de este delito y su carrera finaliza en ‘cana’.

En su mayoría, empiezan cuando aún son menores de edad. Deben demostrar su ‘templadez’ (valentía y ganas de escalar en la organización) con delitos menores como robos, venta de droga, entre otros, explica.

“Luego un contacto te dice si quieres ganar más dinero y te presenta con la ‘firma’ (el jefe). Él te pide que demuestres tu ‘templadez’, así no mates, pero sí disparando a un enemigo de la ‘firma’”, explica.

Lagarto, que asegura haber ‘quebrado’ (asesinado) al menos a cinco personas, señala que en el bajo mundo también hay jerarquías, como en las instituciones del orden.

“Los policías y militares tienen palas (rangos). Asimismo, los sicarios tienen códigos. Si tu código es número 5 o 6, significa que eres de rango bajo. Luego vas subiendo dependiendo de la ‘corvina que te comes’ (a quién le quitas la vida). Si ‘tumbas’ a un jefe de otra organización, subes más rápido”.

Armas de grueso calibre son utilizadas para cumplir con los 'camellos'Cortesía

Escuela de sicarios

Steven comenta que en Ecuador no existen ‘escuelas’ donde se reclutan o forman sicarios, sino estructuras criminales que adiestran a sus integrantes.

“Las mafias tienen ‘firmas’ que les enseñan a disparar a los nuevos. Ellos los llevan a terrenos abandonados, fincas o lugares alejados para entrenarlos. Ahí se dispara a muñecos estáticos, y para mejorar la puntería se utilizan perros o gatos en movimiento”, detalla Steven, quien fue sicario durante 12 años, pero asegura haberse retirado hace dos por sus cuatro hijos. No quiere que se vean involucrados en estos delitos.

El jefe de la Dinased en la Zona 8, teniente coronel Max Rojas, también sostiene que no existen centros de formación de gatilleros en el país, pero recalca que sí hay organizaciones que adiestran a los menos antiguos.

“La problemática del sicariato está latente en los países latinoamericanos, por los problemas socioeconómicos que viven. La falta de dinero y muchas veces la no presencia de los padres son los principales factores”, indica Rojas.

A sangre fría

Steven recuerda que ‘se comió su primera corvina’ cuando tenía 17 años en Nobol, aunque también ha asesinado a personas en Guayaquil y Manta. Y fue en esa última ciudad donde cumplió su último ‘encargo’.

“Con el primer trabajo tuve miedo, pero luego con el segundo, el tercero y los siguientes ya no me pasaba nada. En el último ‘camello’ utilicé una subametralladora con un peine de 30 (cargador de 30 balas). El trabajo fue limpio, efectivo y completo. Por eso gané respeto dentro de la banda”, rememora Lagarto, quien estuvo tres veces preso por el delito de tenencia de arma, nunca por asesinato.

Steven señala que en la actualidad existen muchas mafias (organizaciones delictivas). Él fue parte de los Latin King, luego armó su propia banda, que finalmente se alió con Los Cubanos (actualmente Los Lagartos).

Familia y temor

Por andar en el sicariato, sus padres se alejaron de él durante muchos años. “Me dijeron que ellos no habían criado un monstruo”, menciona Steven. Hace nueve meses retomó el contacto con ellos.

Pese a haberse retirado, las sombras de los asesinatos cometidos aún lo persiguen. Los ‘achacados’ (familiares o amigos de la víctima) están al acecho de él, en busca de venganza. “Hace un año y cinco meses un ‘achacado’ llegó hasta dos cuadras cerca a mi casa. La ‘firma’ y ‘guerreros’ (integrantes de la organización) de mi zona me avisaron”.

Tiempo después, la persona que lo seguía murió en un accidente de tránsito. Sin embargo, Steven teme por su vida. Cuando habla, constantemente mira hacia los costados, siempre en alerta. Admite que es difícil vivir así.

“Solo tienes tres caminos ahí dentro (en el sicariato): el cementerio, la cárcel o un hospital”, concluye.

Las sanciones

El artículo 143 del Código Orgánico Integral Penal sanciona el delito de sicariato con 22 a 25 años de cárcel; esto sin contar los agravantes, que podrían hacer mayor la sanción, de hasta 34 años de privación de libertad.

Sin embargo, para que este delito sea comprobado deben existir evidencias contundentes que señalen al asesino y demuestren que recibió algún tipo de pago de otra persona o personas para cometer el crimen.

“Es difícil investigar que un hecho violento es un sicariato, pero no imposible, hay varios niveles para llegar a este delito. El autor intelectual, contratista, el intermediario, el sicario y la víctima. Para que se compruebe este delito, deben existir estos niveles”, explica Rojas.

“Los sicarios tienen un trastorno de personalidad”

El médico psiquiatra Juan Montenegro considera que los sicarios son personas que tienen una enfermedad mental y que necesitan ayuda urgente de profesionales de la salud. “Ellos tienen conciencia de lo que hacen. Tienen personalidades psicopáticas, porque tienen un trastorno de personalidad de tipo antisocial. Es decir, ellos hacen sufrir a la sociedad”, explica.

El exjefe del Departamento Médico Legal de la Policía agrega que los asesinos a sueldo están ligados a hogares disfuncionales.

“Tienen una descomposición biológica que puede ser tratada, sin menospreciar la deuda que tienen con la sociedad por cometer ese delito. Es claro que el sicariato los puede llevar a más de diez años de prisión, un hospital o la misma muerte por parte de algún otro sicario cobrando venganza”, menciona el galeno.