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Cuando ingresó a la Cueva de los Tayos, Álvaro Cantos vio una culebra albina no venenosa, un espécimen que es raro de encontrar.Cortesía

Rincón del Misterio: ¡La Tumba del Gigante!

En octubre pasado, el guayaquileño Álvaro Cantos recorrió por dos días la misteriosa Cueva de los Tayos. El explorador llegó a una galería que se asemeja a un cuarto y que tiene el tamaño de una cancha de fútbol 

Un espécimen raro lo recibió. El guayaquileño Álvaro Cantos se encontró con una culebra albina no venenosa cuando entró a La Cueva de los Tayos, ubicada en la selva de la provincia de Morona Santiago, a 800 metros del río Coangos, tras descender por 15 minutos en rapel por su acceso principal denominado La Chimenea, un túnel vertical de 2 metros de ancho y con una profundidad de casi 70 metros, donde permaneció dos días.

En la Cueva de los Tayos encontró una culebra albino no venenosa.Cortesía

La serpiente se convirtió en su acompañante por casi 2 horas y fue la primera muestra de que estaba ingresando a un lugar enigmático. Sin hacer nada, ni un solo movimiento que la hiciera parecer amenazante, se quedó cerca a Cantos hasta que descendieron sus 3 amigos y los 2 guías de la comunidad Shuar, quienes los llevaron a conocer una ruta que recientemente encontraron, que conduce a la Tumba del Gigante, como la bautizaron por sus grandes dimensiones.

De por sí, llegar a la cueva, situada en las tierras que pertenecen a los Indígenas Nativos del Centro Sindical Coangos y que forma parte del territorio de los Shuar Arutam, quienes son los únicos autorizados para dar acceso al sitio, es un viaje largo y cansado. A pie, desde el poblado de Yukiantza, hasta donde se puede llegar cómodamente en carro, hay que realizar una caminata por la selva de cerca de 10 kilómetros, un recorrido que podría durar 6 horas.

Sin embargo, el verdadero reto lo tuvieron en la ruta a la Tumba, momento en el que las personas empiezan a sentir el verdadero miedo a las alturas y claustrofobia, contó Álvaro. En la parte alta de una de las paredes del sector de la Cascada, un descanso que los excursionistas utilizan para acampar, preparar sus alimentos y bañarse, hay una abertura circular, a la cual pudieron acceder después de 2 horas de rapel.

Este trayecto lo hicieron en el segundo día de excursión y tras pasar por las galerías: el Arco de Móricz, el Anfiteatro, la Catedral, la Roca del Rey León, la Puerta del Diablo, la Playa y la Cascada. La Tumba del Gigante fue la última que visitaron.

Luego se metieron a la grieta que es para una persona delgada y, por otras 2 horas más, con la fuerza de sus brazos y piernas, y evitando agarrarse de rocas filudas que puedan ocasionarles cortes, se escabulleron como lombrices y se impulsaron por las estrechas paredes, por donde también atraviesa un riachuelo con agua templada (entre 24 - 29°C), lo cual ocasiona que el terreno sea resbaladizo.

Para llegar a la Tumba del Gigante primero tuvieron que realizar rapel por casi 2 horas.Cortesía

No tener disponibles unas botas de caucho, una linterna de largo alcance y un casco sería un problema para un excursionista, ya que por la falta de luz no se ve nada. Al lugar no entran los rayos de las luces, es más, por esa razón se pierde la noción del tiempo.

“Es muy conflictivo llegar, había que avanzar en grupo porque se puede perder fácilmente. Vimos la cosa más sorprendente y nadie me puede discutir de que no fue construida. Encontramos un cuarto gigante que estaba hecha a la perfección, con paredes impecables y el techo no se alcanzaba a ver. Estaba vacía y era del tamaño de una cancha de fútbol, hasta más grande, y ninguna de las galerías por las que pasé tenía ese gran tamaño”, aseguró Cantos a Diario EXTRA.

En octubre pasado, el guayaquileño Álvaro Cantos recorrió por dos días la misteriosa Cueva de los Tayos.Cortesía

Tanto fue su asombro que se puso a ver detalladamente las paredes. “Su entrada parece la de una casa de lujo y el cuarto tiene una energía rara, pareciera que te obliga a quedarte, pareciera que te quiere tragar y no te deja ir. Al entrar al lugar te impacta porque parece un mundo, uno mira hacia arriba y parece el cielo, no se alcanza a ver el techo. Y el piso no tiene desniveles, se puede caminar bien”, acotó.

La visita al lugar ocasionó más incertidumbre en Cantos sobre la existencia de seres que no son los humanos, por aquella razón regresará a seguir explorando la cueva. “Lo que hay adentro no es natural, eso fue elaborado por alguien, no hay manera de que se haya formado solo. Este lugar tiene algo que contarnos y es por aquello que investigadores la siguen visitando”.

MÓRICZ LA ENCONTRÓ

El 21 de julio de 1969, el investigador húngaro Juan Móricz hizo el hallazgo de la Cueva de los Tayos en las tierras que pertenecen a los indígenas del territorio de los Shuar Arutam.

Móricz notarizó su descubrimiento en Guayaquil y aseguró que en una galería de la caverna encontró una biblioteca metálica, que contenía planchas con grabados de la civilización sumeria (considerada la primera del mundo, pero se desconoce su procedencia). Según el investigador, las imágenes relataban su origen.

Debido a que el hallazgo no se le atribuyó a Móricz, este decidió no revelar la ubicación de la galería donde encontró la biblioteca, y esto impulsó a que realizaran más expediciones. En 1976 el ingeniero escocés Stan Hall y el astronauta estadounidense Ne.