Asunción Tixe cuida a sus dos nietos desde que ellos eran muy pequeños. Recuerda que la madre de los menores los abandonó y su padre murió intoxicado por el alcohol. La señora vive en La Libertad, en el centro de Quito. Trabaja en lo que puede para mantener a los niños. Lava ropa, es comerciante, hace lo que sea para conseguir dinero. Se levanta a las 05:30 para prepararles el desayuno y enviarlos a la escuela.

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Al mediodía, los pequeños se dirigen a una fundación ubicada en San Roque, donde realizan actividades deportivas y fortalecen sus conocimientos en la escritura. Como los dos infantes, otros 60 niños en situación de vulnerabilidad pasan su tiempo en esta institución. La mayoría son hijos de personas privadas de libertad o de padres que viven en condiciones de extrema pobreza.

También hay chicos que, como los nietos de Asunción, viven en zonas peligrosas y la fundación es una alternativa para que no caigan en el mundo de la delincuencia ni la drogadicción. Los sectores que bordean la fundación como El Panecillo, San Diego, La Colmena, son considerados como peligrosos, según la Policía, debido a la presencia de bandas organizadas. De allí son la mayoría de menores que acuden a esta fundación.

Agasajo esperanzador

Esta organización no gubernamental (ONG) se mantiene con donaciones del extranjero y de voluntarios del país. Marjorie Velasteguí es dueña y profesora de una guardería y conoció sobre esta institución por la tía de una de sus estudiantes, quien le invitó para que viera la realidad de los pequeños.

Velasteguí se dio cuenta de las necesidades que tienen los menores y organizó un agasajo navideño junto a varios influencers y otras personas solidarias. “Hay muchos niños que necesitan de nuestra ayuda. Me impacta ver la realidad de ellos, podemos ser solidarios y cambiar de alguna forma su vida”, comentó.

Mr. Gritos, uno de los creadores de contenido que colaboraron con la causa, hizo un llamado en sus redes sociales para que sus seguidores pongan un granito de arena. La respuesta fue inmediata: consiguió regalos, fundas de caramelos y el dueño de un restaurante donó un arroz relleno. “No fueron muchas personas, pero se valora a quienes colaboraron con este lindo agasajo”, agradeció.

Los niños disfrutaron de juegos didácticos, bailaron y se divirtieron con un cañón de espuma. Parecía un carnaval, un cumpleaños multitudinario, una fiesta navideña en un mismo sitio. Solo para ellos. Incluso, hubo pequeños que entrenaron boxeo. Sus padres los veían contentos. Por un momento dispersaron su mente de la dura realidad que viven.

Asunción casi llora al ver cómo sus nietos eran felices con poco. La señora anhela que ellos puedan leer y escribir, algo que ella nunca logró. Con esto, según ella, los niños podrán desenvolverse en la vida cuando su abuela ya no pueda ayudarlos.

Una mano amiga

Claudia Gualpa fue vestida con un traje navideño. Ella estuvo encargada de que los infantes se diviertan con bailes. Es coreógrafa y dice que participa en causas solidarias desde hace cinco años. Le gustan los niños y, aunque todavía no tiene hijos, su objetivo es ayudar a los menores en situación de riesgo. “Ellos quieren amor y necesitan afecto”.

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