En un rincón del barrio 30 de noviembre, en el recinto La Independencia, cantón Quinindé, la tristeza y el luto se apoderan de una sencilla vivienda donde se velan los restos de Santiago, un niño de apenas cuatro años que perdió la vida de manera trágica y repentina.

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La noche del lunes 25 de noviembre de 2024, mientras era trasladado en ambulancia desde el centro de salud de La Concordia al hospital Gustavo Domínguez de Santo Domingo, su vida se apagó, dejando a su familia sumida en el dolor y la incredulidad.

Santiago había salido esa tarde con un familiar para disfrutar de un momento de esparcimiento en los juegos mecánicos de la calle París, en La Concordia. La alegría en su rostro era palpable mientras se subía a los carros chocones, ansioso por experimentar la emoción de la diversión. Sin embargo, lo que comenzó como un juego inocente se tornó en una pesadilla. Según el relato de su familiar, el niño fue aprisionado por otro carrito, y aunque el impacto parecía inofensivo en un principio, las consecuencias fueron devastadoras.

“Él se subió entre otros niños, y comenzaron a chocar. Yo intenté protegerlo, pero no pude evitar que se golpeara”, relató el familiar entre lágrimas, recordando el momento en que todo se tornó oscuro. “No me resignaba, corrí desesperado al centro de salud, pero el tiempo se volvió enemigo”.

La ambulancia, que llegó con una demora alarmante de más de una hora, no pudo hacer nada por salvar al pequeño. “Cuando finalmente llegó, ya era demasiado tarde. El niño estaba mal”, lamentó el familiar, quien se sintió impotente ante la ineficiencia del sistema de salud. “No había oxígeno, ni las mascarillas necesarias. Todo fue un caos”.

Representantes de los juegos niegan responsabilidad

Mientras la comunidad llora la pérdida de Santiago, una representante de los juegos mecánicos se apresuró a aclarar que no hubo falla mecánica en el incidente. “El niño estaba bajo la supervisión de un adulto. Fue un percance casual, no una negligencia de nuestra parte”, insistió.

Santiago fue sepultado este miércoles 27 de noviembre en el recinto de La Independencia, un lugar que ahora guarda el eco de risas que se han transformado en llantos. La comunidad se une en un abrazo colectivo, buscando consuelo en medio de la tragedia.

La muerte de este pequeño no solo deja un vacío en su familia, sino que también plantea interrogantes sobre la seguridad en los espacios de diversión, donde la alegría puede tornarse en tragedia en un abrir y cerrar de ojos.

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