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‘Pies calientes’ en el Inti Raymi
Cuatro chamanes celebraron al Dios Sol de una manera diferente. No solo fue una ceremonia de música y danza, sino también caminata sobre el fuego.
Un gran círculo hecho con rosas blancas y rojas estaba en el centro de un terreno del cerro Ilaló, al suroriente de la capital. Adentro, una cruz formada con naranjas representaba los cuatro puntos cardinales y, en medio de todo esto, una pila de carbón.
En ese sitio de la parroquia Guangopolo se reunieron chamanes y danzantes para celebrar la Fiesta del Sol (Inti Raymi). Y no solo se lo haría con danzas tradicionales, limpias y más rituales, sino que los ‘taitas’ (sabios) caminarían sobre el fuego.
“La idea es tener un contacto con nuestro padre sol”, relató Chonta Negra, el mentalizador de la iniciativa. Él se encargó de dirigir la ceremonia que contó también con la presencia de otras personas.
Con un penacho de cuervo en su cabeza, un chaleco formado de plumas y con collares, el curandero se posó en el punto de la cruz que representaba al norte. Él invocó la fuerza de la naturaleza, de volcanes poderosos como el Chimborazo y el Cotopaxi, así como de la Madre Tierra (o Pachamama).
Una pertinaz lluvia amenazaba el desarrollo de la celebración, pero con un ademán que hicieron los chamanes –como si ahuyentaran a un fantasma–, las nubes negras se esfumaron. En ese momento entró un grupo de danzantes conocidos como los Diabluma, con coloridos trajes que cubrían sus rostros y parte de sus torsos.
Bailaron en torno al círculo de flores y los taitas, en cambio, se arrodillaron cerca de la pila de carbón para orar con sus manos levantadas al cielo. Las personas que rodearon aquel altar ceremonial hizo lo mismo.
Con cánticos y bendiciones, los sabios en materia ancestral llamaron a cuatro mujeres para que encendieran el fuego. Con fósforos y palas en mano, ellas empezaron a dar ‘vida’ al carbón que de a poco empezaba a arder.
En ese momento, los chamanes se quitaban los zapatos para cumplir con el ritual en honor al sol. Una vez prendido, parado uno detrás del otro, cada taita se ubicó a fin de trotar sobre las brasas que cobraban más fuerza gracias a la brisa que corría en el cerro.
Los curanderos empezaron a caminar sobre el fuego mientras oraban. La gente aplaudía y el acto se repitió, al menos, otras cuatro veces.
La ceremonia se extendió dos horas más, mientras los asistentes comían mote con chancho hornado y bebían chicha. Los chamanes terminaron su ritual, agradeciendo a los invitados y también a la naturaleza por haber permitido conmemorar el Inti Raymi.