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El exótico plato nació del ingenio de su madre, hace más de 40 años.HENRY LAPO

Otavalo: la variación del chaulafán que lleva ingredientes andinos

Doña Chivilita sirve el plato más popular y barato del Mercado Central de Otavalo. La curiosa combinación de ingredientes la heredó de su madre

Una gran sartén es la protagonista de la cocina de Susana Vizarrea, mejor conocida como doña Chivilita. Allí prepara el chaulafán otavaleño los 365 días del año.

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Este platillo no se parece en nada al que se encuentra en los populares chifas, tiene elementos propios de la serranía, como papa chola cocinada, arvejas y zanahorias, a los que le agrega chorizo, huevo frito, tallarines y lo más importante: sangre de res frita. “Es una invención de mi mamá con quien vendíamos en una esquina desde que yo era pequeña”, cuenta a EXTRA.

Su puesto está ubicado en el segundo piso del mercado 24 de Julio de Otavalo, provincia de Imbabura, y todos la conocen por su peculiar chaulafán.

SACRIFICIO

Tener siempre llena la sartén tiene su precio. Doña Chivilita se levanta a las tres de la mañana para preparar todo: pelar papas, cocinar arroz y freír la sangre de res. “Se hace una especie de bolitas cuando se coagula por el calor”, explica.

Cuando se acaban las provisiones, ella madruga a hacer las compras, que deben ser al por mayor, para que el plato se mantenga en un dólar.

En la mañana llegan empleados públicos y privados para ir bien ‘papeados’ a trabajar. De a poco y en el transcurso del día, los comensales son más jóvenes. “Vienen muchos estudiantes, luego del colegio. Mi chaulafán es para ese presupuesto”, comenta.

LOS SECRETOS DE LA SAZÓN

Chivilita vende, por lo menos, 150 platos al día y asegura que su éxito no solo se debe al precio, sino a la sazón que aprendió de su madre y a la combinación de sabores que tiene el chaulafán, plato ecuatoriano que tiene su origen en la cocina china.

Desde las seis de la mañana su puesto ya está abierto.HENRY LAPO

Permanece en su puesto hasta las 16:00 o antes, si la venta ha estado buena y las ollas quedan vacías. “Hay otras vendedoras que ofrecen este plato, en este mismo mercado, pero yo soy la primera”, aclara.

Con este trabajo, del que no descansa ni los domingos, ha logrado educar a sus dos hijos y mantener su hogar. “Ya están grandes y son buenos. Hemos salido adelante gracias al chaulafán”, finaliza, mientras sirve otro plato para sus comensales.

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