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En Obrero Independiente, sur de Quito: ¡Los ‘rocachoros’ joden la vida!
Residentes del barrio, en el sur de Quito, dicen que hay patrullajes, pero no funcionan del todo. A una chica le dieron con una piedra en la cabeza para quitarle la cartera.
Gladys Sánchez siente que la delincuencia tiene sitiados a los vecinos de Obrero Independiente, en el oriente de Quito, un barrio con más de 10 mil habitantes. Están organizados, asegura. Pero ni así han logrado deshacerse de los ‘choros’ que les ‘respiran’ en la nuca.
Pistolas, puñales y hasta piedras usan los delincuentes para atacar a las víctimas. Hace un par de meses asaltaron a su hija. Dos hombres en moto la golpearon con una roca en la cabeza para arrebatarle la cartera. Y se ‘esfumaron’.
Pero ese no es un caso aislado. Según Sánchez, quien es dirigente barrial, no hay un solo día en el que no se registren robos en el sitio. La zona más conflictiva está en las calles Ricardo Izurieta del Castillo y Juan Bautista Aguirre.
En ese punto se juntan cuatro barrios: Eloy Alfaro, Futuro Libre, San Isidro y Obrero Independiente. La parada de autobuses es, sin duda, un escenario de terror, menciona. Allí varios residentes han sido atracados por los hampones. “No es gente de aquí. Vienen de otras partes a robar y a hacer daño. No les basta con llevarse lo que no es suyo”, dice.
Antes de subirse a las unidades de transporte público, los vecinos se persignan. Jaime Torres, conductor de un autobús, precisa que hay horarios en los que la delincuencia no da tregua. De 06:00 a 08:00, en la mañana, y de 16:00 a 19:00, en la tarde. Desde la pandemia, él va solo en el vehículo y no le es fácil manejar, cobrar y estar pendiente de la seguridad de los pasajeros. Siempre les pide que “no den ‘papaya’” y que guarden los celulares para no ser víctimas de los choros.
Nadie se salva
La situación también mantiene en zozobra a los docentes de la Escuela Humberto Vaca. “Los estudiantes llegan llorando porque los asaltaron”, describe Roberto Cuamacas.
Son dos incidentes a la semana los que el maestro ha contabilizado. Le preocupa que la inseguridad se agudice con el inicio del año lectivo, en la semana que viene.
Los padres de los chicos hacen rondas en la mañana y en la tarde, pero no son suficientes, aclara Onofre Valle, inspector de ese centro educativo. La Policía tampoco se da abasto, refiere.
Él no es residente del barrio, pero le apena que los muchachos no tengan las garantías necesarias para ir a la escuela. “Hasta las mochilas y los objetos personales les roban”.
A la baja
José Yánez, jefe de Policía del Circuito Puengasí, al que pertenece Obrero Independiente, aclara que pese a que sí existen robos, las cifras de inseguridad han descendido y están en “semáforo verde”. Esto puede deberse a la falta de denuncias de la ciudadanía tras los atracos.
Aunque en la zona (que incluye 4 subcircuitos) están dañados 2 vehículos de policía, Yánez enfatiza en que se cumple con el trabajo de manera eficiente, pero que son, a veces, las autoridades de justicia quienes sueltan a los antisociales después de la audiencia.
Hace poco, por ejemplo, los agentes agarraron a cinco personas que robaban en los autobuses y, pese a estar en delito flagrante, un juez los regresó a las calles.
Lo que el oficial pide a la comunidad es que se organicen y que se mantengan comunicados con los uniformados para mitigar el tema. Las campañas de autoprotección y la colocación de circuitos de videovigilancia también son parte de las propuestas.
Darán escarmiento a los ladrones
Darwin Tamayo, presidente del Comité Promejoras de Obrero Independiente, explica que el problema es que se ha vuelto una “costumbre” el sentirse acorralados por la delincuencia. Pese a eso, nota en los vecinos el cansancio ante tanto robo y teme que la única solución para mitigar la inseguridad sea el linchamiento. “La Policía sinceramente no se da abasto... No nos quedan más opciones”.