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Los pequeños tienen la guía y cuidado de gente especializada.RENE FRAGA

Los niños del Alba: infantes son cuidados mientras sus papis 'camellan'

En el mercado Mayorista de Quito hay un centro de atención de niños, cuyos padres trabajan como estibadores. Las metas principales de estos sitios son erradicar la desnutrición crónica infantil y el trabajo en menores de edad.

Silvia Toaquiza abraza a Samari para evitar su llanto. Acomoda el gorro color rosa sobre su cabecita. La tapa con una chalina para que no se enferme por el frío de la madrugada.

Es la primera vez que visita el centro de erradicación del trabajo infantil del Patronato San José del Municipio de Quito, ubicado al interior del Mercado Mayorista, sur capitalino. Se emociona al escuchar que reciben a hijos de estibadores y comerciantes. Que los alimentan. Los hacen dormir y los cuidan sin ningún costo. “Estoy contenta. Mi niña se puede quedar aquí y no pasar frío conmigo cuando trabajo”.

70 menores de edad aproximadamente son quienes sortean el frío y los peligros de la noche en este mercado.

Silvia tiene 20 años. Es madre soltera. Desde que su hija nació, la lleva al mercado mientras desgrana, al menos, 40 libras de choclo, fréjol y arvejas por día. Recibe entre 5 y 6 dólares por cada producto. “Gano poquito, no me alcanza para vivir, pero no he conseguido otro trabajo. Nadie me acepta con mi hija y no tengo con quién dejarla”.

Samari, ahora de 2 años, tendrá que dejar la fría cuna improvisada en una caja de cartón. “Hasta camitas tienen para mija”, dice Silvia.

La jornada

La joven madre se despide con un gesto furtivo para adentrarse en el Mayorista, uno de los principales centros de abastos de Quito. El movimiento comienza a la medianoche con la llegada de grandes camiones repletos de alimentos desde la Sierra y la Costa.

“A un dólar la cabeza de verde”, “la frutilla está sanita”, “las papas baratas”, se escucha a viva voz. Los comerciantes buscan los mejores productos para venderlos al día siguiente. Los hombres cargan pesados costales de verduras y los suben a los triciclos. Las mujeres como Silvia ofertan sus servicios para desgranar y llenar decenas de bolsas para venderlas a 1 dólar.

Mientras tanto, los niños están ahí: en las espaldas y brazos de sus madres, caminando junto a sus padres o cabeceando en una esquina, intentando ganarle la batalla al sueño.

El Mayorista abrió sus puertas en 1981 y, según datos del Municipio capitalino, ahora alberga a más de 4.500 personas, incluidos tricicleros y prestadores de servicios. De esta cifra, 1.500 son comerciantes directos.

Un diagnóstico realizado por el equipo técnico del Patronato San José, en septiembre del año pasado, mapeó al menos a 70 niños que acompañan a sus familiares a trabajar en las madrugadas.

Los encargados del centro hablan con los padres de familia para que lleven a sus hijos.RENE FRAGA

Cristopher Lixtapuzón (3 años) es parte de la estadística. Todos los días llega junto con su madre Sonia para vender granos en un puesto del mercado. “Siempre le traigo cuando está dormido, pero si se despierta no molesta. Ya entendió que no puedo dejar de trabajar”, dice la joven madre soltera.

Un problema latente

Es casi la una de la madrugada y el personal del equipo técnico del Patronato camina por los recovecos del mercado intentando ubicar a familias con niños pequeños. “Mamita, buenos días, venga, conversemos”, dice uno de los funcionarios a una mujer indígena que carga a su niño en la espalda.

Le explica que hace un mes abrió el centro para la erradicación del trabajo. Allí puede dejar a su pequeño y evitar que se exponga a los peligros de la noche. La anima a conocer el lugar, pero el llanto de su bebé la perturba.

En el centro nocturno trabajan 5 educadoras desde las doce de la noche hasta las seis de la mañana, de martes a sábado. Tienen salas de juego, comedor, cocina, baños y dos grandes cuartos con camas.

“Jugamos con ellos hasta las 2 de la mañana. A los niños que tienen escuelita, los acostamos a esa hora para regular su sueño. Hay dos bebés que no lo concilian y a las 5 de la mañana están cabeceando. La realidad es que muchos están acostumbrados a no dormir y eso afecta su vida, su desempeño y aprendizaje”, comenta Andrea Gallegos, una de las educadoras.

Reconoce que al principio hay reticencia a dejar a los niños en el centro por temor y desconocimiento. “Es un gran trabajo hacerles entender a los papitos que a los pequeños hay que darles una vida digna, no es posible que estén expuestos al frío o que pasen muchas noches sin comer bien, ni dormir”.

Las madres que laboran en el mercado cargan a sus pequeños en sus espaldas.RENE FRAGA

El soporte

De a poco llegan las familias con niños en brazos, bien arropados. Firman el registro, dejan sus números de contacto, entregan las mochilas con los uniformes escolares y se alejan para iniciar su jornada laboral. Mientras tanto, las educadoras organizan a los niños, los contienen. Otras, en cambio, preparan alimentos. Una de las metas, además de erradicar el trabajo infantil, es reducir la desnutrición crónica.

“Hola profe”, dice uno de ellos tras correr hacia la sala de juegos para armar los rompecabezas. “Por fa, harale dormir, no será malita que mañana tiene escuela”, le suplica la madre juntando sus manos.

“No se preocupe, vaya tranquila”, responde una de las educadoras apoyada por Andrés Real, coordinador de servicios sociales de todos los centros de erradicación del trabajo infantil.

A Real, quien también es psicólogo, le alegra saber que cada vez van sumando más niños al centro. En ocasiones han llegado hasta 17 y muchos de ellos repiten la experiencia como Joel, Adamaris y Ariel.

Para el especialista, brindar estos espacios es clave para mejorar la salud mental familiar. “Los padres se han sorprendido de que sus hijos se desempeñan mejor en sus estudios porque aquí tienen la posibilidad de descansar”.

Mientras los padres ‘camellan’ en el Mayorista, sus hijos son cuidados en el centro del Patronato.RENE FRAGA

Los comerciantes están agradecidos por la iniciativa. Donan comida al centro: plátanos, naranjas y papayas, en grandes cantidades.

El reloj marca las 02:30 y Samari, la pequeña de 2 años, que asistió por primera vez al centro, entre lágrimas busca a su madre. Las educadoras saben que es un proceso de adaptación. Llaman a Silvia para reunirlas. Mañana habrá otra oportunidad para intentar el desapego.

Tres de cada 10 niños menores de 2 años en Ecuador padecen desnutrición crónica.

Otras iniciativas en la capital 

Rogelio Echeverría, director del Patronato San José, cuenta que en Quito hay 5 centros y 5 puntos de erradicación de trabajo infantil que atienden a 17 mil niños. Dos de ellos son nocturnos, el del Mercado Mayorista y el de La Mariscal, al centro-norte de la capital.

Los objetivos de estos sitios son erradicar la desnutrición infantil y el trabajo en los menores de edad. Echeverría dice que en La Mariscal es donde se agudiza la labor que incluye a menores y crecen los riesgos de la mala alimentación porque los niños están en situación de calle.

“Nuestros centros son espacios seguros en donde las niñas y niños pueden descansar y protegerse de cualquier peligro. Atendemos desde los 5 a 15 años, pero en el Mayorista por la necesidad recibimos a niños de brazos”, explica.

Los juegos ayudan a los chiquillos a acoplarse mientras sus padres laboran.RENE FRAGA