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Luis Gonzalo, el hombre que arregla de todo en el mercado Iñaquito de Quito

Tiene 78 años y no piensa cerrar su puesto de reparaciones de aparatos eléctricos en el mercado de norte de Quiro. La modernidad afectó su negocio

Luis Gonzalo
Luis tiene todas las herramientas y repuestos en su taller.Karina Defas

Luis Gonzalo tiene de todo en su puesto de unos dos metros cuadrados, ubicado en el mercado Iñaquito, norte de Quito. Asegura poder arreglar casi todo. El hombre, de 78 años, ha pasado los últimos 30 en este centro de abastos y ha cultivado su propia clientela en la reparación de refrigeradoras, licuadoras y otros electrodomésticos pequeños. “He tenido clientes de varios países que trabajan en las embajadas”, relata.

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Como le gusta conversar, ha tenido largas charlas con personas que han viajado por el mundo. De ahí que su sueño sea conocer Egipto. “Ya estoy reuniendo y guardando abajo en el piso”, dice entre risas. Sus clientes le han regalado billetes de sus países que tiene exhibidos en la vitrina principal. “Cada uno tiene una historia. Con un café le puedo contar de cada uno”, agrega.

SALIÓ ADELANTE

El adulto mayor es padre de tres hijos y se enorgullece al relatar que todos tienen profesiones y que lo logró solo con sus herramientas y su conocimiento. “No van a seguir lo que yo hago, pero están bien. Yo estoy contento”, dice.

Siempre ha buscado la forma de superarse. Cuenta que hace años era solo un oficial, es decir, el ayudante de un maestro en reparación, pero que decidió mejorar. “Ya no iba a esperar a que el maestro me enseñara lo que sabía. No lo quería hacer”, recuerda.

Tomó dos cursos: uno avalado por el Gobierno de Estados Unidos y otro por Brasil. Allí decidió independizarse y abrir un local. “Después yo mismo le dije (a su exjefe) que se capacitara”, relata.

Luis Gonzalo
En su puesto tiene billetes de varios países. Obsequio de sus clientes.Karina Defas

Con el tiempo consiguió un puesto en el mercado y es un caserito más. Todos lo conocen. “Espérelo nomás, que siempre está conversando por ahí”, dice una de sus compañeras.

LA MODERNIDAD

Aunque no se queja de los réditos que le ha dado su oficio, dice que en los últimos años su trabajo ha bajado más de la mitad. “Las cosas las hacen desechables ya. Algunas ya no tienen reparación”, explica. Algunos clientes prefieren comprar aparatos nuevos. Aunque esta situación se acentuó con la pandemia, en 2020.

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