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Ni la pandemia las aleja de sus pacientes
Terapeutas de una fundación visitan los hogares de las personas a las que atienden. Si no lo hacen, el trabajo de años se pierde.
Ni siquiera el riesgo de contagiarse de coronavirus detuvo a Miriam Criollo de seguir con su trabajo. Con la mascarilla bien ajustada al rostro, salía de su casa para visitar a sus pacientes y cumplir con sus terapias. Dar alivio a las personas con discapacidad y otras enfermedades siempre ha sido su motor.
Incluso después del 16 de marzo del año pasado, cuando en el país se decretó estado de excepción tras el brote de coronavirus en Ecuador, ella no paró. La fundación Color Esperanza, en la que trabaja, atiende a personas en situación vulnerable a las que no podía dejar sin atención.
Muchas no contaban con la posibilidad o recursos para movilizarse, por lo que Criollo las visitaba en sus hogares. Sabía bien que sin la terapia regular, el trabajo de años podía verse afectado. “Me enfocó principalmente en las rehabilitaciones de pacientes con diálisis y terapia traumatológica para lo cual velamos por la salud psicológica y también física del paciente, su familia y su entorno”, describe.
Han pasado diez años, desde que el organismo empezó a trabajar. La fundación con sede en Solanda, en el sur de Quito, brinda terapias físicas, de lenguaje, motricidad, apoyo psicológico, lenguaje, comunicación. También tienen equino terapia y trabajan con canes de los Agentes de control metropolitano para los tratamientos.
Aunque para Raquel López, directora de Color Esperanza, el trabajo es muy sacrificado, es también bastante gratificante. Esto debido a que además de mitigar las dolencias de los pacientes, también mejoran su calidad de vida y las de sus familias.
Pese a la dura crisis económica que enfrenta el país, el organismo y los terapeutas, continúan trabajando. Antes eran ochos los profesionales que asistían a los pacientes. Sin embargo, la falta de ingresos y apoyo para la fundación ocasionó que el equipo sea reducido.
Los beneficiarios
Para Olga Quiguango, hermana de un paciente, las terapias han cambiado la vida de su pariente. Él recibe apoyo físico, de lenguaje y movimiento.
La familia también recibe una canasta solidaria de alimentos. La iniciativa se planteó en octubre pasado y lleva a las familias frutas y verduras cada 15 días.
Con la venta de esas canasta de alimentos, la fundación busca sostener sus gastos y generar ingresos para continuar con las terapias. Para hacerlas se cumplen com todas las medidas de bioseguridad. Si usted quiere colaborar con la organización puede contactarse al teléfono 0997-025-986.