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Luis Banda, un fortachón a punta de colaciones
El 'veci' no solo come este dulce, también lo prepara. Y su brazo musculoso es prueba de ello. Los residentes de Cruz Verde, en el Centro Histórico, lo admiran por su trabajo.
Luis Banda es flaquito, pero tiene ‘bíceps de acero’. El residente de Cruz Verde, un barrio del Centro Histórico de Quito, no es un fisicoculturista, pero los músculos de sus brazos delatan el esfuerzo que pone cada día al menear la paila para hacer colaciones, unas bolitas blancas de azúcar, rellenas con maní.
Era solo un niño cuando su abuela Hortensia Espinoza le enseñó el oficio. Y se enamoró. Lleva más de cuatro décadas en la actividad y, aunque reconoce que es cansado, tuvo miedo de que la tradición muriera. Así que no la dejó.
Hoy sus dos hijos le tomaron la batuta y hasta su nieto Nicolás, de 5 años, le está agarrando la maña al bailecito que hace la paila sobre las brasas. “Le encanta y me siento orgulloso”, cuenta el ‘veci’ mientras, uno a uno, limpia los maníes.
Dice que sería terrible que a alguno de los comensales le tocara uno podrido y por eso es muy meticuloso en su trabajo. Don Luis se graduó de Ingeniero en Finanzas y, aunque pensó ejercer la profesión, las colaciones se convirtieron en su vida.
Antes de que el ‘bicho’ del coronavirus afectara al mundo entero, el hombre, de 63 años, elaboraba 90 libras de la golosina cada día, hoy apenas 30. Cuatro meses la paila estuvo vacía y, apenas pudo, Luis regresó al negocio, pero se contagió con el virus. “Y les infecté a todos en la casa. Pero en cuanto nos curamos seguimos trabajando”, acota.
Se divierte al tostar el maní y luego envolverlo en la miel. Y, pese a que los años pasan, aún se conmueve al saborear la receta de la abuela.
Los ‘presis’
“Velasco Ibarra siempre le pedía que le mandara dos libras de colaciones. A veces iba a dejarle”, narra. El expresidente era tan goloso como lo es don Luis y no ‘perdonaba’ el postrecito del día, sobre todo después del peloteo.
No solo los políticos se han deleitado con el manjar. Hace unas semanas, una muchacha llegó a donde el ‘veci’, para que su abuelo comiera el dulce. “Me preguntó cuántos años creía que tenía el señor. Le dije que 90, pero han sido 103. Cuando se metió la colación a la boca fue como si se trasladara al pasado. La receta es igualita a la de hace 105 años”, añade.
Juanita Guapi tiene un negocio frente al de don Luis y también rememora la primera vez que saboreó ese postre quiteño hace 15 años. Cuando llegó de Riobamba la golosina del ‘veci’ la hizo sentir en casa, concluye.