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En Manabí, así fue el último adiós al comandante de la FAE asesinado en Guayaquil
Acto emotivo en Manabí para el teniente cuya vida fue apagada por un ataque armado
Manabí despertó con el peso del luto este sábado 15 de febrero. El cielo, testigo de tantas misiones del teniente coronel Porfirio Cedeño Cedeño, comandante del Grupo de Operaciones Especiales de la Fuerza Aérea Ecuatoriana (FAE), vio su última llegada. Esta vez, no como un héroe en servicio, sino en un féretro cubierto con la bandera tricolor.
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Un avión de la FAE lo trajo desde Guayaquil, donde sus compañeros le rindieron una capilla ardiente. Al tocar tierra en el Ala de Combate #23 de Manabí, el silencio se apoderó del ambiente. Un silencio profundo, solemne, roto solo por el toque de corneta que marcó su despedida post mortem.
La pista de aterrizaje se convirtió en un pasillo de honor. Oficiales, suboficiales y soldados de la FAE formaron una hilera, sus rostros serios y sus miradas perdidas en el vacío. En sus manos, rosas blancas; en sus ojos, lágrimas que se resistían a caer, pero que, con el paso del féretro, se convertían en llanto abierto.
El dolor se hizo aún más evidente cuando sus compañeros, con pasos firmes pero corazones quebrantados, cargaron el ataúd en una marcha fúnebre hasta la carroza que lo llevaría a Tosagua, su tierra natal. Allí, entre el calor de su gente y el lamento de su familia, se daría el último adiós.
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Drama y llanto en la pista
Entre la multitud, el dolor de sus seres queridos se volvió insoportable. Abrazos temblorosos, miradas al suelo y manos aferradas a un recuerdo que aún parecía increíble. La madre, los hermanos, los amigos de infancia… todos convergieron en un mismo sentimiento: la impotencia de perder a quien tanto amaban.
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Para la Fuerza Aérea Ecuatoriana, este no fue solo un acto protocolario. Fue un día de duelo, un día en que la ausencia de Cedeño pesó más que cualquier uniforme, más que cualquier medalla. Un día en que el honor se mezcló con la tristeza y la despedida quedó grabada en la memoria de quienes, entre lágrimas y orgullo, vieron partir a un hermano de armas.
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