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¡El virus es 'interesado'!
En Quito hay dos parroquias contrapuestas en torno a contagios por COVID-19. Chillogallo tiene más infectados y Ponceano es la menos golpeada.
Zoila tiene un hijo con epilepsia. Los últimos meses, ella no ha podido reunir los 75 dólares para comprar sus medicamentos. Por eso, ha salido a las calles a vender jugos de coco. La señora se ha convertido en una de las decenas de personas que se tomaron el espacio público de Chillogallo, sur de Quito.
Esta es la parroquia que registra más contagios, según el Ministerio de Salud Pública. Hasta la mañana del pasado 29 de junio de 2020 se reportaron 532 casos.
La presencia de vendedores ambulantes es la principal causa para que el virus se propague rápidamente en el sector, según Marcela Ortiz, presidenta de la parroquia y del barrio Santa Martha Alta. Afirmó que luego del cierre de los mercados de San Roque y El Mayorista, los comerciantes se trasladaron a las calles de Chillogallo.
Ortiz contó que en estas zonas, los vendedores no tienen las medidas de seguridad.
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Agentes de control metropolitano recorren el lugar y desplazan a los comerciantes para que no se generen aglomeraciones, pero recalcaron que no pueden quitarles sus productos.
Gabriela Acurio, propietaria de un local comercial, enfatiza que falta más control. Y, según ella, se han incrementado la delincuencia y la insalubridad.
Por esta razón, Rocío Cuacer limpia todas las mañanas la zona que le corresponde a su local y coloca tablas de madera y sillas de plástico para que los vendedores no se queden en ese espacio.
Cuacer dijo que el foco de contaminación es muy peligroso porque las personas no guardan distancia y escupen en las calles. “Debajo del puente hacen sus necesidades y eso apesta”, añadió.
A unos 35 minutos hacia el norte está Ponceano, la parroquia urbana con menos contagios (16).
Las calles lucen vacías. No hay movimiento. Los habitantes usan mascarilla y no existen aglomeraciones afuera de los locales. Apenas se detectaron los primeros casos de coronavirus en la capital, Sonia Miniguano, dirigente de Ponceano Bajo, hizo una colecta para comprar amonio cuaternario y desinfectar todas las casas de la zona. Además, los dueños de negocios no atienden a personas que no porten mascarilla o se aglomeren.
¿La desigualdad social afecta?
El sociólogo Julio Echeverría indica que ningún grupo social está exento al contagio del virus, pero las condiciones económicas y sociales provocan que el impacto y la propagación afecte más en un lugar que en otro. “En situaciones de extrema vulnerabilidad, el virus ataca con más fuerza”.
“La falta de trabajo conduce a las personas a la calle. A vivir del día a día”, explica Echeverría. Pasó en Chillogallo. En cambio, en Ponceano tienen una condición financiera más estable. Aunque un funcionario municipal indicó que la situación económica de los barrios no influye en la velocidad de propagación del COVID-19. Según él, no se puede comparar la realidad de una parroquia con otra por las cifras. “En Chillogallo tomamos más pruebas y sus resultados son enviados más rápido que de otras parroquias”, aclaró.