El trabajador de una funeraria de la capital se contagió de coronavirus. Presume que fue cuando abrió la bolsa de seguridad de una persona que murió por esta enfermedad, en el Hospital IESS Quito Sur.

Sergio (nombre protegido) fue a retirar el cuerpo en la morgue de esa casa de salud y tenía la disposición de realizar un video para que los familiares pudieran identificarlo.

El hombre, de 52 años, cree que se infectó cuando le quitó el tubo de la boca que tenía el muerto. El dispositivo le habían puesto cuando era tratado en el área de cuidados intensivos. “Los familiares no querían ni acercarse a mí, peor ver los restos”, comentó.

Una semana después, Sergio y su esposa dieron positivo a la prueba del coronavirus y fue despedido del trabajo. El empleador le habría dicho que su pareja lo contagió y que no habría sido en las labores diarias.

Añadió que solo en junio él hizo el traslado de cerca de 100 muertos por COVID-19. De ese número, a 50 cuerpos tomó fotografías o grabó un pequeño video para que los reconocieran. “Por petición de familiares envié las imágenes hasta números del extranjero”.

La gota que derramó...

Hacer fotos de los muertos con coronavirus no está contemplado en el protocolo de manejo de cadáveres que emitió el Ministerio de Salud Pública desde el comienzo de la emergencia sanitaria.

Sin embargo, la semana pasada se destapó una controversia cuando hubo una confusión de cadáveres en la morgue del Hospital IESS Quito Sur.

Geovanny Punguil nunca se hubiese enterado de que se equivocaron con la identificación del cadáver de su padre si el trabajador de la funeraria no le enviaba una foto. En la imagen, el rostro del fallecido no era el de su papá.

Según el documento emitido por el ministerio público, la bolsa con el cadáver debidamente asegurada y etiquetada debe ser trasladada a la morgue del hospital por la ruta definida por el establecimiento.

En los casos de Sergio y la familia Punguil, los cuerpos fueron identificados en la morgue de la casa de salud. Santiago Echeverría, subdirector de Gestión Hospitalaria, indicó que los funcionarios del centro dejan los cuerpos en la morgue y luego solo entra el personal de las funerarias.

Al preguntar sobre la existencia de cámaras en la morgue dijo que “por las normas establecidas existen cámaras en el pasillo”.

Sergio contó que también tomó fotos de cadáveres en las morgues de los hospitales Carlos Andrade Marín, Pablo Arturo Suárez, Enrique Garcés y algunas clínicas.

En las funerarias también se realiza este “servicio”. No en todas. Édison Chávez, propietario de una empresa de servicios exequiales, comentó que cuando los familiares le han pedido que tomara fotos de cadáveres, él se ha retirado.

No pasaba con la funeraria de Sergio. El trabajador compartió un video con EXTRA en el que se muestra cómo uno de sus antiguos compañeros abre el ataúd de un infectado y quita los sellos de seguridad para identificarlo. “La seguridad es de papel, no es la gran cosa”.

En la grabación, al acercarse a la cara, comenta: “El señor está taponada la boquita, me imagino que estuvo con respirador. No le saco porque puede ser peligroso”.

Ahora, desde la sala de su hogar, Sergio y su pareja esperan superar la enfermedad, aunque esta le causó problemas en los riñones a él y secuelas en los huesos a ella. El funerario, a pesar de que ama su labor, ya no quiere escuchar un nuevo “mande una fotito del muerto”. (BCP)