En la tranquila parroquia Malchinguí, la más extensa del cantón Pedro Moncayo, en Pichincha, ya no hay únicamente historia y turismo, con las lagunas de Mojanda como atractivo destacado. Ahora también existe temor, pues se ha descubierto que en este lugar operaría el grupo terrorista Los Lobos.

En esta comunidad, ubicada aproximadamente a una hora de Quito, los agentes de la Unidad de Policía Comunitaria (UPC) tuvieron que salir hacia la cabecera cantonal, Tabacundo, para ponerse a buen recaudo, pues asumieron que sus vidas corrían peligro, el domingo 13 de octubre de 2024, luego de recibir amenazas de parte de un presunto líder criminal a través de una videollamada (ver infografía).

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Los uniformados, al contactarse con oficiales de Inteligencia de la Policía Judicial, dieron detalles que permitieron localizar a un sospechoso, quien presuntamente se atribuía el control del territorio y buscaba imponerse sobre los policías.

En el inmueble del sospechoso, identificado como Jeremi Bone, de 34 años, los investigadores encontraron cocaína que calificaba para tráfico a alta escala. Eso permitió a los agentes presentarlo ante las autoridades judiciales por el delito de tráfico de drogas. En audiencia de formulación de cargos, la madrugada de este martes 15 de octubre, el individuo recibió prisión preventiva.

Expertos en seguridad como Nelson Yépez y Kléber Carrión coinciden en que la migración de estos grupos criminales hacia áreas tranquilas es una táctica calculada para evadir el control estatal. Según Yépez, la delincuencia busca lugares “cómodos” para operar, especialmente aquellos alejados de la presión policial. Los grupos delictivos eligen áreas pacíficas y turísticas, donde la presencia de uniformados es reducida, pues piensan que así es más fácil intimidar a los uniformados locales.

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En su análisis menciona que al trasladarse a estos sitios, los delincuentes pueden establecer centros de acopio desde los cuales distribuyen sus productos ilícitos, aprovechando la calma del entorno para que sus operaciones pasen desapercibidas. 

Por su parte, Kléber Carrión agrega que este desplazamiento responde a un “efecto balón”, con el cual los grupos delictivos, al ser presionados en zonas conflictivas como Durán o Esmeraldas, se mueven hacia áreas más controlables. Además, recalca que los grupos buscan áreas con ventajas socioculturales y económicas que les permitan consolidar su hegemonía sin la interferencia de un Estado que, actualmente, parece estar concentrado en operativos puntuales, en zonas urbanas más conflictivas.

Ambos expertos coinciden en que esta dispersión de los GDO no es una casualidad. De hecho, Carrión subraya que esta estrategia es similar a la que se ha observado en países como Colombia y México, donde los grupos delictivos han extendido su presencia territorial al punto de controlar múltiples regiones; mientras que Yépez resalta que la delincuencia organizada puede operar en cualquier parte, debido a su supuesto poder alcanzado y capacidad de intimidación.

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La situación, según los expertos, está lejos de ser controlada, y advierten que si no se implementan estrategias más firmes y con previsibilidad, el crimen organizado terminará extendiendo su control a más regiones del país.

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