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Mujeres se unieron para alimentar a 160 familias damnificadas en San Clemente
En medio de momentos trágicos, la solidaridad se hace presente en tierras manabitas
Cuando el agua lo arrebata todo y deja a su paso solo incertidumbre y miedo, un plato de comida caliente puede significar mucho más que un simple alimento: es un abrazo para el alma.
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Esa es la realidad de 160 familias del barrio La Perla del Pacífico, en el balneario de San Clemente, al norte de Manabí. Lo perdieron todo. Sus hogares quedaron anegados, sus pertenencias fueron arrastradas por la fuerza del agua. Muchos tuvieron que abandonar sus casas con lo que llevaban puesto, temiendo que las aguas del estero, que nace en las montañas de Charapotó, volvieran a resurgir y los dejaran nuevamente bajo el agua o, peor aún, los ahogaran.

Un pueblo unido
En medio de tanta angustia, un grupo de mujeres decidió hacer lo que mejor sabe: brindar amor a través de la comida, un acto de generosidad que abrigó los corazones inundados de angustia.
Iris Muñoz, administradora del restaurante Pitahaya, cuya propietaria es la norteamericana Amber Weyman, junto con Saida Moreira, Gemita Flores, Siria Zambrano, Loida Gilces, Lorena Muñoz y Damarys Carranza, se unieron con un solo propósito: aliviar el sufrimiento de sus vecinos.
Prepararon arroz con pollo, sencillo pero nutritivo, acompañado de jugo de sandía. No era solo un plato de comida; era un mensaje de solidaridad, un recordatorio de que no estaban solos y de que la comunidad no los dejaría atrás.
Los damnificados, agradecidos, formaron largas filas y recibieron ordenadamente sus raciones. En sus rostros, marcados por el cansancio y la preocupación, se reflejaba algo de alivio. Aunque la incertidumbre aún pesaba sobre ellos, al menos por un momento, el hambre dejaba de ser una preocupación.
“Somos un pueblo unido y, al ver sufrir a nuestros coterráneos, decidimos darles una mano. Sabemos lo que han sufrido y que lo han perdido todo”, dijo Iris Muñoz con la voz entrecortada.
Cada bocado fue más que una simple comida. Fue un respiro en medio del dolor, una chispa de esperanza en la incertidumbre y una prueba de que, incluso cuando el agua lo cubre todo, la solidaridad es la única corriente capaz de sostener a una comunidad.
Así como la labor de este restaurante, muchas otras iniciativas solidarias han llegado hasta los damnificados, quienes reciben con beneplácito toda ayuda, desde una funda de alimentos hasta colchones para descansar, ahora que el agua ha comenzado a bajar en estas tierras del norte manabita.