En el barrio Santa Marta 2, en las riberas del río Esmeraldas, lo que comenzó como una rutina diaria para Fabián Cristóbal Rentería Valencia, de 60 años, terminó en una tragedia que desmoronó a una comunidad.

La vivienda de estructura mixta que durante años fue testigo de la humilde vida de don Cristóbal fue consumida por un incendio infernal, que se desató de manera rápida.

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“Lo vi pasar temprano, como siempre, con su carretilla cargada de materiales para reciclar,“ comenta doña Marta, una vecina que llora al recordar al hombre que consideraba un amigo.

Ese día, como tantos otros, don Cristóbal encendió su cocina de leña, una costumbre arraigada en su vida. Mientras preparaba lo poco que tenía para comer, se habría quedado dormido. Fue entonces cuando el fuego, avivado por las brasas y por los materiales de fácil combustión en su hogar, empezó a devorar todo a su paso.

Los vecinos notaron el humo demasiado tarde. “¡Se quema don Cristóbal!”, gritó un joven mientras corría desesperado, por las calles angostas, buscando ayuda. Más de un morador acudió al lugar de la tragedia. Las llamas se alzaban amenazantes.

"Cuando logramos abrir la puerta, las llamas nos golpearon con una fuerza tremenda," relata un bombero. "Sabíamos que las posibilidades de que alguien sobreviviera dentro eran mínimas..."

Cuando los bomberos lograron controlar las llamas, encontraron el cuerpo de don Cristóbal, irreconocible. Ese hombre solitario, dispuesto a ayudar, se había convertido en una víctima de las llamas, y con su partida, quedó un vacío que nunca podrá llenarse. 

La comunidad que  lo apreciaba, se congregó frente a las ruinas de lo que alguna vez fue su hogar, en un silencio sepulcral, roto solo por sollozos. Don Cristóbal, un hombre que en vida fue modesto y trabajador, fue arrebatado de este mundo de manera brutal y su muerte deja una huella imborrable en el barrio, en las riberas del río Esmeraldas.

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