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En una cafetería de Ambato se cuentan historias a la luz de las velas
En la cafetería, Jacqueline Ronquillo convierte los apagones en una oportunidad para que sus clientes compartan historias y anécdotas a la luz de las velas
En pleno centro de Ambato, donde los cortes de energía y el ruido de generadores interrumpen la tranquilidad, una cafetería ha encontrado una forma especial de enfrentar la situación.
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Jacqueline Ronquillo, dueña de este icónico café con 54 años de historia, ha decidido transformar los apagones en una oportunidad para crear recuerdos. Su propuesta consiste en invitar a los clientes a compartir sus historias y anécdotas de apagones pasados, mientras disfrutan de un buen café o chocolate, iluminados por la cálida luz de una vela en la mesa.
Consciente del impacto que los prolongados cortes de electricidad tienen en los comercios, tanto grandes como pequeños, Jacqueline optó por una solución creativa en lugar de lamentarse. Desde hace más de un mes, cada vez que se va la luz, enciende velas y anima a sus clientes a contar relatos. Así, ha logrado convertir una debilidad en fortaleza, brindando un ambiente acogedor donde los visitantes pueden desconectarse del bullicio moderno y del estrés diario.
Memorias a la luz de la vela
Entre los relatos que surgen en El Conquistador, destaca el de Edibeth Jácome, quien recordó "la hora de Sixto", una medida implementada en 1992 durante la presidencia de Sixto Durán Ballén, que adelantó la jornada laboral para enfrentar los prolongados apagones de aquella época.
Edibeth relató cómo los ecuatorianos se adaptaron, comenzando sus rutinas a las 5 de la mañana y reorganizando sus días en medio de la oscuridad.
Jacqueline también compartió sus propios recuerdos de infancia, cuando sus padres aprovechaban los apagones para contar leyendas sobre personajes como La Llorona, El Duende y María Angula, creando un ambiente de misterio y aventura que cautivaba a los niños.
El ritual de las velas
Para los clientes, esta actividad a la luz de las velas revive tradiciones antiguas. Hace décadas, las velas se compraban por libras y eran los niños quienes corrían a la tienda a buscar la cantidad necesaria para iluminar sus hogares.
En cada sesión de cuentos, el café se convierte en un refugio donde todos, tanto jóvenes como mayores, se desconectan del "mundo cibernético" y se conectan entre sí. Jacqueline comenta que la experiencia de contar historias bajo la luz de las velas ha sido tan bien recibida que, como cortesía, ofrece un pequeño obsequio a aquellos que se animan a compartir sus anécdotas.
Entre las historias más memorables, se menciona cómo, en tiempos de apagones, la avenida Cevallos se transformaba en una pasarela de devotas que, rosario en mano, acudían a rezar, buscando calma y esperanza en medio de la penumbra.
Edibeth concluye con una recomendación: aprovechar estos momentos para reconectarse con la familia y buscar actividades que fortalezcan los lazos, tal como lo hace Jacqueline en su cafetería.
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